Es por ello que me asombra la historia de Cesar Rodriguez al cual consideran el antecesor de Messi, pues metió hartos goles, Messi acaba de superarlo en la 1era mitad del año....Se fue mal del Barza... feo muy feo, y que bueno que ahora el mismo Barza de otra clase de ejemplo, tuvieron que pasar años recordando al gran Ladislao Kubala, contratando a Cruyff, tomando la filosofía y la forma de TRabajo de este, y refundar sus bases y su forma de juego. El club cual ave Fenix tenia lo mas importante hinchas, pero le dió una misión y visión a su institución y ahora son los número uno.
Ciao.
Ramon
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Talento argentino (IV): Lionel Messi
Aunque no pudo alzarse con los trofeos más deseados a nivel colectivo, el genio rosarino pulverizó sus propias marcas anteriores y pisoteó récords históricos en el magnífico Barcelona de Pep Guardiola. De aquí en más tendrá que luchar contra el fantasma de su propia grandeza
Si Lionel Messi hubiera sido tenista, discóbolo o velocista, su temporada 2011/2012 habría aniquilado a su especie: 72 goles en 59 partidos son una marca sobrenatural. Ya en un juego colectivo como el fútbol, sus registros personales pulverizan a los de equipos completos: en la Liga española, 13 clubes hicieron menos goles que el argentino. Trasladar las marcas de Messi a un deporte individual implicaría un fenómeno más allá de lo conocido: un tenista que se enfrenta a un dobles y les gana, un discóbolo que lanza más lejos que tres rivales juntos o un velocista más rápido que un equipo de relevos. El fútbol, sin embargo, hace a Messi (un poco más) humano.
Salvo que el propio rosarino los supere la próxima temporada, sus récords de la 2011/2012 tienen destino de quedar protegidos por un cofre de oro durante varias décadas, hasta que el próximo genio redescubra la pócima del gol en el siglo XXI. Mientras tanto, los registros de Messi serán el Everest del fútbol: incluso un partido antes del final de la temporada (la final de la Copa del Rey ante el Athletic de Bilbao se jugará después del cierre de esta nota), el delantero del Barcelona ya había superado los 67 impactos en 55 partidos que el alemán Gerd Müller, El Bombardero, un legendario fabricante de goles, sumó en la temporada 1972/73.
Se creía que la marca del delantero del Bayern Munich como máximo goleador de una temporada en Europa sería una de esas proezas a las que un deportista accede cada tanto, como los 8,90 metros que el estadounidense Bob Beamon saltó en los Juegos Olímpicos de México 68 o los Grand Slam que el australiano Rod Laver ganó en 1962 y 1969. Pero Messi hizo 50 goles en la liga española, 14 en la Champions League (5 en una misma noche, al Bayer Leverkusen), 3 en la Supercopa de España, 2 en la Copa del Rey, 2 en el Mundial de Clubes, 1 en la Supercopa de Europa, y atravesó una frontera hacia lo desconocido: 72 goles en un año.
El rosarino rompió récords con la naturalidad de decir buen día: además superó los 47 tantos que el rumano Dudu Georgescu acreditaba para el Rapid Bucarest en la temporada 1976/77 y lo mantenían como el máximo goleador de una liga nacional, y también sobrepasó a César Rodríguez como el futbolista con más goles en la historia del Barcelona (aquel delantero de fotos en blanco y negro había hecho 232 en la década del 40, mientras que el argentino ya totaliza 252).
Messi fue tan genial desde los registros individuales que dejó relegadas las anteriores estadísticas de Messi, que ya eran sensacionales. En las cinco temporadas que pasaron desde la 2007/08 hasta la actual, la Pulga comenzó con 16 goles, luego pasó a 38, más tarde a 47, después a 53 y finalmente a 72. También Messi superó a Messi en su promedio de efectividad en relación a la cantidad de partidos jugados: arrancó con 0,40 en la temporada 2007/08, aumentó progresivamente a 0,74; 0,88; 0,96 y este año rompió la barrera del gol por fecha: 1,22. Messi fue varios en uno: el mejor volante, el mejor delantero y el mejor goleador.
Pero la Pulga corre un riesgo: tener que pagar su propia hazaña. Parafraseando al periodista español Santiago Segurola cuando escribió sobre el mítico triunfo del atleta estadounidense Michael Johnson en los 400 metros en los Juegos Olímpicos de Atlanta 96, el rosarino “desde ahora sufrirá las consecuencias destructivas de su marca. El deportista que sobrepasó los límites humanos no podrá volver a su condición de hombre. Desde ahora se lo medirá por este récord inalcanzable y tendrá que luchar contra el fantasma de su propia grandeza”. Un experto en mitología griega lo explicaría de otro modo: la venganza de los dioses contra Messi por haberlos humillado.
Sin embargo, a diferencia de los deportes individuales, el fútbol humaniza al mejor del mundo. La complejidad de este deporte lo hace posible: visto desde un prisma colectivo, el Messi de los años anteriores, aun con registros individuales más bajos, resultó más funcional a su equipo. O, al menos, el Barcelona ganó en las temporadas pasadas lo que este año no pudo: desde la asunción de Pep Guardiola, el Barça acumulaba tres Ligas y dos Champions League. Este año sumó tres títulos (Supercopas de España y Europa más Mundial de Clubes, a la espera de la final de la Copa del Rey), pero por primera vez no ganó Liga ni Champions. El Messi goleador contrastó con el Messi no campeón: superabundancia de goles y ausencia de alguna de las dos vueltas olímpicas más esperadas implica un dilema extraño. Y Messi, en definitiva, no cumplió su objetivo: perdió la causa colectiva y ganó la individual. El Messi devorador de redes llegó a la estratósfera, ¿pero el Messi más decisivo cuál fue? El fútbol acepta cientos de interpretaciones.
Más paradojas: la temporada con mayor instinto asesino de Messi (aunque tal vez no la más sabia) coincidió con la peor del Barcelona en la era Guardiola. El mundo catalán giró alrededor de Messi y, atado a ese cordón umbilical, el Barça perdió la Liga y la Champions en las dos noches más fatídicas del argentino: erró un penal contra el Chelsea, en la semifinal de la Champions League (desperdició tres en la temporada de los 16 que pateó) y fue una sombra contra el Real Madrid, el partido en el que su equipo, apagado alrededor de su inhabitual oscuridad, perdió 1-2 en el Camp Nou. El clásico español siempre había sido un partido a medida de Messi, pero ese día no hizo goles ni se asoció con Xavi ni Andrés Iniesta. “Ese partido desencadenó la ira de Messi en el vestuario”, publicó, enigmático, el diario El País algunas semanas más tarde.
También según la prensa española, Messi le llenó el celular de mensajes de texto a Guardiola para que no renunciara, pero fue en vano. Al nuevo entrenador, Tito Vilanova, le espera un desafío doble: que Messi siga siendo un destructor de arqueros, pero que además el Barça sobreviva a su dependencia química con el 10. El argentino no debe ser un muchacho feliz si él triunfa y su equipo naufraga: no es tenista, discóbolo ni velocista. Y el fútbol es más lindo si Messi sale campeón.
Por Andrés Burgo. Foto: AFP
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César Rodríguez, el antecesor de Messi
El Pelucas era un goleador notable. Brilló en la década del ´40 en un Barcelona repleto de figuras y metió una cantidad de goles que parecía inalcanzable. Pero, llegó Lionel
Todos en España lo conocían como El Pelucas, pero su nombre completo era César Rodríguez Álvarez. A fines de la década del 30´ el Atlético Aviación -actualmente conocido como Atlético de Madrid- pugnó con el Barcelona por contar con los servicios del joven delantero. Finalmente, el goleador terminó en Catalunya. ¿Su alegato? "O me voy al Barça o me quedó en León. Yo quiero ver el mar".
Después de fichar por el Barcelona, el delantero tardó más de un año en debutar con la camiseta blaugrana, ya que partió hacia el Granada durante el servicio militar. Es decir, pudo hacer su presentación en el mítico Les Corts -el Camp Nou se inauguró en 1957-recién en 1942. Dos años más tarde, en la temporada 1944-45, el viejo estadio catalán festejó el primer título del Pelucas con esa camiseta. Con el paso del tiempo ganaría cinco campeonatos, dos Copas Latinas y tres Copas del Generalisimo.
César tenía una marca registrada: “La puntera”. Así le llamaban. El rápido delantero leonés poseía la gran virtud de poder anticipar a los defensores rivales y golpear la pelota con la punta de su botín. Sin embargo, no era su única característica; el cabezazo también formaba parte de su repertorio. Poco importaba que el cuero de las pelotas de aquellos años se endurecieran a los 10 minutos; El Pelucas dirigía su remate a su antojo. Dichas características le permitieron transformarse en el máximos goleador de la historia del Barcelona: 232 gritos.
Junto a Ladislao Kubala, Moreno, Manchón y Estanislao Basora conformaron un ataque temible. Aquel grupo de jugadores no sólo ganó dos Ligas, sino que también brilló y quedó en la memoria catalana por el espectacular fútbol que desplegó. Por otro lado, existe una disyuntiva en cuanto a cómo se llevaba este grupo de jugadores fuera del campo. Hay quienes dicen que César terminó yéndose del club por una pelea con Kubala, pero por otro lado existen muchas personas que sostienen que entre ellos existía una gran amistad. Incluso, los últimos reafirman esa historia explicando que el propio Pelucas era quien iba a buscar al húngaro cuando éste se quedaba en algún bar.
Durante su instancia en Catalunya, César protagonizó un episodio digno de destacar. En un encuentro ante el Real Murcia se cobró un penal inexistente a favor del Barça. Entonces el delantero, en señal de protesta, no disparó fuerte sino que golpeó la pelota de manera muy suave a las manos del arquero. Un caballero.
Finalmente, Pelucas se fue del Barcelona a mediados de la década del 50’. Lejos de haberse ido con el reconocimiento que merecía, se tuvo que ir por la puerta de atrás. “No sé si está acabado, pero mejor que se vaya”, habría dicho el entrenador Puppo.
Años más tarde, volvió como técnico. Estuvo a cargo del equipo por poco más de una temporada. Dejó la dirección técnica del equipo después de que los directivos multaran a sus jugadores por haber jugado un mal partido ante el Levante.
Ahora, el récord de César Rodríguez quedó trunco. Lionel Messi ya le arrebató la marca, pero sin lugar a dudas El Pelucas quedará como uno de los máximos ídolos en la historia del Barcelona
Por Federico Lamas
Twitter: @fglamas
Después de fichar por el Barcelona, el delantero tardó más de un año en debutar con la camiseta blaugrana, ya que partió hacia el Granada durante el servicio militar. Es decir, pudo hacer su presentación en el mítico Les Corts -el Camp Nou se inauguró en 1957-recién en 1942. Dos años más tarde, en la temporada 1944-45, el viejo estadio catalán festejó el primer título del Pelucas con esa camiseta. Con el paso del tiempo ganaría cinco campeonatos, dos Copas Latinas y tres Copas del Generalisimo.
César tenía una marca registrada: “La puntera”. Así le llamaban. El rápido delantero leonés poseía la gran virtud de poder anticipar a los defensores rivales y golpear la pelota con la punta de su botín. Sin embargo, no era su única característica; el cabezazo también formaba parte de su repertorio. Poco importaba que el cuero de las pelotas de aquellos años se endurecieran a los 10 minutos; El Pelucas dirigía su remate a su antojo. Dichas características le permitieron transformarse en el máximos goleador de la historia del Barcelona: 232 gritos.
Junto a Ladislao Kubala, Moreno, Manchón y Estanislao Basora conformaron un ataque temible. Aquel grupo de jugadores no sólo ganó dos Ligas, sino que también brilló y quedó en la memoria catalana por el espectacular fútbol que desplegó. Por otro lado, existe una disyuntiva en cuanto a cómo se llevaba este grupo de jugadores fuera del campo. Hay quienes dicen que César terminó yéndose del club por una pelea con Kubala, pero por otro lado existen muchas personas que sostienen que entre ellos existía una gran amistad. Incluso, los últimos reafirman esa historia explicando que el propio Pelucas era quien iba a buscar al húngaro cuando éste se quedaba en algún bar.
Durante su instancia en Catalunya, César protagonizó un episodio digno de destacar. En un encuentro ante el Real Murcia se cobró un penal inexistente a favor del Barça. Entonces el delantero, en señal de protesta, no disparó fuerte sino que golpeó la pelota de manera muy suave a las manos del arquero. Un caballero.
Finalmente, Pelucas se fue del Barcelona a mediados de la década del 50’. Lejos de haberse ido con el reconocimiento que merecía, se tuvo que ir por la puerta de atrás. “No sé si está acabado, pero mejor que se vaya”, habría dicho el entrenador Puppo.
Años más tarde, volvió como técnico. Estuvo a cargo del equipo por poco más de una temporada. Dejó la dirección técnica del equipo después de que los directivos multaran a sus jugadores por haber jugado un mal partido ante el Levante.
Ahora, el récord de César Rodríguez quedó trunco. Lionel Messi ya le arrebató la marca, pero sin lugar a dudas El Pelucas quedará como uno de los máximos ídolos en la historia del Barcelona
Por Federico Lamas
Twitter: @fglamas
Le llamaban El Pelucas
El recuerdo de César, máximo goleador azulgrana en la Liga, preside el Leonesa-Barça
César Rodríguez Álvarez nació en León en 1920 y marcó 235 goles con la camiseta del Barcelona repartidos en 348 partidos. Nadie metió más en la Liga (195 en 287). Pero si César fue el primer gran ídolo de la postguerra, antes de la llegada de Kubala, fue porque se trató de un futbolista excepcional y una persona simpática y cercana al pueblo. César jugó 15 temporadas en el Barça, seis junto a su hermano Calo, defensa y dos años más joven, y fue pichichi en 1949. Ganó cinco Ligas, tres Copas y dos Copas Latinas. A César le llamaban El Pelucas, pero se cortaba el pelo en la barbería Lucena, en el número 90 de la calle Casanovas, cerca de su domicilio, en la esquina Valencia. Hoy, en su León natal, se citan en la Copa la Leonesa y el Barça (22.00, La Sexta).
Samitier fichó a César en 1939 por 600 pesetas. Le quería el Atlético Aviación (ahora Atlético de Madrid), pero aquel joven leonés, hijo de un industrial al que nunca le gustó el fútbol, lo tenía claro: "O me voy al Barça o me quedó en León. Yo quiero ver el mar", avisó. Por eso, cuando llegó a la Ciudad Condal, se compró una casa encarada al mar: desde el salón se veía la playa. Allí vive todavía su viuda. César, un hombre seductor, se casó con la más guapa, Emma Revillo, con la que tuvo una hija, Montserrat. Una señora de la cabeza a los pies que recuerda a su marido como "tremendamente honesto, tal vez demasiado, que se hizo querer y que terminó siendo un catalán más, aunque siempre presumió de su origen leonés".
Después de fichar por el Barcelona, César jugó cedido en el Granada durante el servicio militar y no debutó en Les Corts hasta 1942. Durante 15 años fue ídolo de multitudes. En una época triste y gris, sus goles iluminaron muchas tardes la ciudad. "Yo iba al campo con Federico, mi marido, y me entretenía mirando los sombreros de la gente, los zapatos de las señoras...", explica Ramona Boned, que a los 89 años no olvida el impacto que le causó ver a El Pelucas en acción. "Por él me interesé por el fútbol. Era maravilloso verle rematar de cabeza", reconoce y aún se emociona.
A César se le escuchaba con frecuencia una exclamación: "¡No veas!", decía tras un remate, al recibir un buen centro de Basora, cuando se cruzaba al paso de una mujer bonita. "¡No veas!", exclamó también el día que llegó al entrenamiento y descubrió que Kubala y Biosca se habían comprado un coche Topolino. "Pues no hay dos sin tres", le escuchó Ramallets. "Esa tarde se compró uno azul", explica el portero, El Gato de Maracaná. "Laszly [Kubala], El Gitano [Biosca] y El Pelucas eran como hermanos", recuerda. Biosca le llamaba compadre porque era el padrino de César, su tercer hijo, bautizado en honor de su compañero, claro. César formaba parte de la tertulia de la Peña Solera, donde jugaba a la butifarra o mataba las horas con los amigos. Dicen que, siendo el más serio y formal de aquel grupo calavera, no pocas veces fue el encargado de ir a recoger a Kubala cuando la noche se alargaba hasta la hora del partido. Tenía carisma y fue un atleta portentoso.
Según Basora, fue mucho más que un cabeceador: "Hábil con las dos piernas, elegante y, aunque era fino y poco corpulento, de cabeza se las llevaba todas. ¡Y cómo remataba! ¡Qué fuerza y colocación! Yo le miraba y ya sabía dónde la quería", rememora el extremo. "Yo no sé si se quedó calvo de tantos remates de cabeza, pero no me extrañaría. Normalmente, a los 10 minutos, el cuero estaba duro como la piel de un tambor y, si ya era un problema centrar, rematar era terrible", insiste. "Puede que se quedara calvo por aquello, pero siempre fue muy presumido", explica Juan Lucena, que en 1958 abrió una barbería de postín y desde entonces se encargó de acicalarle los cuatro pelos que conservaba a la altura de la nuca. Allí solía haber tertulia de toros, excepto los días en que coincidían César y Del Campo, otro ilustre cliente: "Sólo se hablaba de León, de donde venían los dos".
Isidro Flotats, que guarda en su casa la pelota con la que se inauguró el Camp Nou, todavía hoy se sorprende de que César rematara de cabeza aquellos balones. "Como si chutara con los pies. ¡Cómo remataba!", se extraña el hombre que anuló a Di Stéfano, presente el 10 de septiembre de 1958 cuando se llenó Les Corts (48.000 espectadores) para despedir a César en un partido contra el Elche, del que era a la vez central y entrenador. "En Les Corts sólo puedo jugar con el Barça", dijo.
El Barça no se portó muy bien con aquel mito. Despedido en 1955 -"no sé si está acabado, pero mejor que se vaya", afirmó el entrenador, Puppo-, regresó en 1963 como técnico. Al inicio de su segunda temporada, dimitió después de que la directiva le multara junto a los jugadores por un mal partido ante el Levante. "Con esa sanción, seguir suponía admitir una falta que no cometí", dijo. En 1980 fue segundo de Kubala y después trabajó en el futbol base. César, el mejor goleador de la historia del club, murió en Barcelona el 1 de marzo de 1995. Le contemplan 235 goles. Hoy juegan la Cultural Leonesa y el Barça.
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