lunes, 9 de julio de 2012

El Milagro de Berna

a raiz de España, y el Barza se me viene a la cabeza el gran equipo Magiar, que antes de encontrarse a su bestia negra en Berna, gana las olimpiadas de Helsinsky en el 52, le mete dos palizas a los ingleses, en Wembley 6 a 3 y en Hungria 7 a1. Luego en pleno mundial, de despacha a los dos ultimos finalistas, Brazil y  Uruguay, en dos extraordinarios partidos. Luego en la final llegaria algo disminuido fisicamente peero, perderian en el famoso Milagro de Berna y donde Los Alemanes comenzarian a mostrarnos su gen supercompetitivo de imponerse ante equipos miticos o dejarlo todo en cancha, como en esta final,  en el 74 ante la Holanda de Cruyff o en el 82 ante La Francia de Platini... o en el 70 ante Italia, con un Beckenbauer dislocado.

Respecto a la final solo dire algo: 1ero, el mejor jugador del mundial Puskas, estaba como MAradona en el 90, osea en un pie. 2do Hungria venia de dos partidos ante dos equipos quiza mejor que los mismos alemanes. 3ro La Lluvia influjo, ese campo fue un lodazal. 4to Los zapatos de Ady Dassler, fueron una solucion para correr mejor. 4to. Los Alemanes pese a la deprecion post guerra, tenian gente de un equipo bueno y competitivo que venia de jugar en los 40s. 5to La final en Berna tenia el estadio repleto de alemanes. 6to. Los Alemanes se impusieron a las circunstancias, Asi es el futbol, deberian quitarle esa leyenda negra del doping. Vean el partido, no corren anormalmente.

La figura de ese equipo era Puskas, el 1er principe o rey sin corona, quiza el mejor delantero de todos los tiempos, un Romario habilodoso y crack europeo de los 50s. No era enganche ni pasador, era un goleador, esta en mi lista junto con Zidane o Beckenbauer, como los reyes sin corona.

En el 54 pese a la inesperada derrota, no hubo el drama del 50, 1ero porque Los Hungaros son muy diferentes a los sudamericanos, y 2do porque el Estadio Era enteramente Aleman. Quedo para la posteridad  como una manera de encarar partidos dificiles ante adversarios muy superiores. Quedo el 1er campeon moral de la historia. Y quedo confirmado que los Hungaros eran grandes jugadores, era su segunda final mundialista.

Esta gran generacion de futbolistas quedo grabada en la historia, el comunismo haria huir a sus principales figuras., Zolta Czibor, Ferenc Puskas y el centro delantero Kocsis terminarian jugando en España... solo el extraordinario Hidegkuti volante ofensivo, se quedaria en su pais.

Corro a ver dos peliculas al respecto: El Milagro de Berna y el documental: Puskas el /Hungaro.
Ciao.

Ramon.

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Hungría y el socialismo del fútbol


En la década de los años 50 surgió una selección que fue un ejemplo a seguir muchas otras. Su fútbol significó un cambio radical en la forma de entender este deporte. Fue la Hungría de Ferenc Puskas, un combinado que conquistó la medalla de oro en los Juegos Olímpicos de Helsinki en 1952, una Copa Internacional en 1953 y pudo poner la guinda a un maravilloso pastel en el Mundial de 1954, pero perdieron la final ante Alemania Federal (el famoso milagro de Berna). Una oportunidad de oro para cerrar un ciclo glorioso.
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Partido celebrado en Wembley entre Inglaterra y Hungría.
Eran tiempos muy complicados para el país magiar. Sufrió mucho durante la II Guerra Mundial y muchos se agarraron al fútbol para intentar evadirse de la miseria y pobreza que reinaban en aquella época. Gustav Sebes fue el entrenador de aquella poderosa selección. Una selección que era algo más que eso, ya que Sebes observaba el fútbol como ningún otro lo hacía. Socialista reconocido, Sebes quiso trasladas esas ideas políticas a la selección húngara. Su filosofía en todas las parcelas de la vida era clara: dar todo y esforzarse al máximo para un beneficio común. Y esta premisa la trasladó al fútbol.
El 'equipo de oro' o de 'los magiares mágicos' tenía en sus filas a futbolistas como Puskas, Kocsis, Czibor o Hidegkuti. Era una colección de jugadores con una 
" style="margin: 0px; padding: 0px; border: 0px none; color: rgb(37, 173, 218); font-family: inherit !important; font-weight: bold; cursor: pointer; ">calidad exquisita. La unión de sus cualidades significó que Hungría pasara a la historia por ser una de las selecciones más potentes de aquella época. Su estilo era novedosamente ofensivo.
El propio Puskas llegó a afirmar que "cuando atacábamos, atacábamos todos. Cuando defendíamos, defendíamos todos". Bases socialistas en una Hungría que se convertiría en uno de los mejores equipos de la historia. Su sistema de juego dejaba desconcertado a los rivales. Gustav Sebes apostó por un novedoso 4-2-4 y creó la figura de mediapunta, al retrasar uno de sus delanteros para que la defensa rival no tuviera referencias. Todo esto se magnificó en uno de los partidos que ya forman parte de la historia del fútbol mundial.
El milagro de Berna
Esta selección siempre será recordada por una final que se disputó en 1954. Hungría se plantó en la final del Mundial y tuvo que verse las caras ante Alemania Federal. Los húngaros eran claros favoritos por la espectacular trayectoria que estaban llevando desde años atrás y por los jugadores que estaban en sus filas. No obstante, y pese a que Hungría se puso por delante en el marcador gracias a los goles de Puskas y Czibor, Alemania Federal dio la vuelta al luminoso con el tanto de Morlock y el doblete de Helmut Rahn. Había nacido el milagro de Berna, ciudad donde se disputó aquella final.
Esta 
" style="margin: 0px; padding: 0px; border: 0px none; color: rgb(37, 173, 218); font-family: inherit !important; font-weight: bold; cursor: pointer; ">victoria alemana sirvió para dar una inyección de moral a la sociedad germana tras unos años sufriendo la cara más destructora de la Segunda Guerra Mundial.
'El partido del Siglo'
El 25 de noviembre de 1953 algo cambió en el fútbol. La Hungría de Gustav Sebes se presentó en el mítico estadio de Wembley para disputar un partido ante Inglaterra. Fue etiquetado como 'el partido del Siglo' ya que la Hungría que meses antes se había proclamado campeona olímpica retaba a la selección que inventó este deporte.
Los húngaros saltaron al estadio de Wembley con este once: Groscis, Buzánszky, Lóránt, József Zakariás, Lantos, Kocsis, Tóth, Bozsik, Hidegkuti, Puskas y Czibor. El combinado de Sebes venció por un contundente 3-6 y desplegaron un sistema tanto ofensivo como defensivo que se llevó los halagos de todos los aficionados. Cerca de 110.000 almas vieron desde las gradas la primera derrota de Inglaterra ante un equipo que no pertenecía a las Islas Británicas. Meses más tarde, Inglaterra quiso la revancha en Budapest y volvió a salir muy mal parado (7-1).
Con la Revolución soviética finalizaba esta magnífica selección que no solo dio un recital de buen fútbol, sino que también dio clases a futuros equipos. Fue un punto de inflexión para Inglaterra, ya que aquel 'partido del Siglo' hizo que se cambiara la forma de plantear y entender el fútbol desde las islas británicas.
Poco a poco esta magnífica Hungría fue en decadencia y sus seguidores nunca pudieron disfrutar de una selección como la de aquellos años.
javier.estepa@marca.com
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Mundial 1954: El Milagro de Berna


Sepp Herberger se graduó como técnico con las mejores notas de su promoción y ya reflejó en el título de su tesis la síntesis de la que sería su filosofía como técnico: “Hacia el máximo rendimiento en el fútbol”. Y lo sucedido el domingo 4 de julio de 1954 en el Wankdorf Stadium de Berna, podría ser la máxima expresión de todo ello, lo que las crónicas históricas de la época bautizaron con el sobrenombre de“Das wunder von Bern” o “El Milagro de Berna” y representó para la por entonces joven República Federal Alemana un nuevo comienzo.
Algo que en buena medida deben a ‘Tio Sepp’ y a Fritz Walter, y que vivió una intensa intrahistoria hasta aquel lluvioso domingo de julio. La República Federal Alemana llegó a la crucial cita de 1954 sin ser para nada uno de los favoritos, pese a ello la victoria inicial (4-1) ante Turquía, les abrió un futuro esperanzador que no cegó a ‘Tio Sepp. El técnico germano llegó a la conclusión de que para tener una selección poderosa necesitaba en punta de ataque un elemento demoledor. Y aunque no mantenía una relación fluida con el delantero-taxista, pensó de inmediato en la figura de Helmut Rahn “el Jefe”, que por entonces se encontraba de gira con su equipo, el Rot Weiss en Uruguay. Herberger le mandó el siguiente telegrama urgente:-“Presentarse urgente en Suiza primer avión”.
Herberger comenzaba a cambiar el curso de la historia, su meticuloso estudio de la competición le llevó a la conclusión de que con dos victorias estaban en la siguiente ronda, por lo que considerando que la victoria ante Turquía estaba asegurada, se tomó el partido en primera ronda ante los “Mágicos Magyares” como puro trámite y con la clara intención de mermar la temible calidad de un más que posible futuro rival.
Alemania encaró la cita con los suplentes y la apisonadora húngara les barrió del campo por un contundente 8-3, al que Sepp asistió impasible, encajando sin el más mínimo enfado las duras crítica recibidas. Ahondando un poco más en la meticulosidad de Herberger, mucho se ha escrito sobre la posibilidad de que su zaguero Liebrich, lesionara deliberadamente a Puskas con la intención de mermar a Pancho con vistas a un hipotético segundo envite definitivo.
La baza del “Maestro” Herberger ya estaba en marcha, Hungría les tenía en muy baja consideración, pero sin saberlo el “Viejo zorro” se la había jugado a un conjunto húngaro que por el sistema de competición y al acabar primeros de grupo llegó mucho más tocada a la final, puesto que mientras Alemania llegaba a la final sin sobresaltos, los magyares sufrieron para ganar a Brasil y tuvieron que jugar 120 minutos para deshacerse de Uruguay.
Esta fue la intrahistoria de aquella final, rodeada en todo momento por un halo de sospecha, puesto que la excepcional capacidad física de los alemanes y los problemas médicos -que sufrieron con el paso de los años- varios de sus componentes, dejaron caer la sombra de la duda con relación a una posible administración de suplementos dopantes. En cualquier caso lo que queda fuera de toda duda es que Alemania tenía un gran equipo y dio la campanada ante una selección de otro planeta. Con estos condicionantes el colegiado inglés William Ling daba comienzo a una final, que tuvo otro incómodo invitado para los intereses húngaros: la lluvia. Un elemento que empantanó el mítico Wankdorf y para el que ‘Tio Sepp’ también tenía un arma secreta: un tipo llamado Adolf Dassler (fundador de Adidas), que por entonces era una pequeña empresa y trabajaba con unas nuevas botas de tacos atornillados que sumaron para los alemanes en aquel campo embarrado. En todo caso el manto de agua que les recibió no pudo inicialmente con la  inigualable línea ofensiva compuesta por Sandor Kocsis, Zóltan Czibor, Nandor Hidegkuti, József Bozsik y Ferenc Puskas, que no tenía parangón y martilleó a Alemania en los primeros minutos.
A los seis minutos de juego Puskas recoge un rebote de la defensa y cruza el balón al otro palo de Turek, inmediatamente después saca Walter desde el centro pero la presión en banda del conjunto de Sebes propicia una recuperación y un desdoble al ataque, que da como fruto el gol de Czibor, que pone el 2-0 en el marcador. Solo han pasado ocho minutos y se masca la tragedia, hasta tres lanzamientos al palo de la meta de Turek, se contabilizan antes de que los factores controlados por Herberger, comienzan a entrar en acción.
Entonces Fritz Walter -un futbolista de leyenda del que cuentan que Beckenbauer se pone en pie cuando lo recuerda-, se despreocupa del marcaje de Bozsic, -que nunca se distinguió por su labor defensiva- y consigue dirigir a sus anchas a su equipo y el signo del partido. Además la línea de cuatro dispuesta por Herberger comienza a neutralizar de forma efectiva a los húngaros, una línea en la que Liebrich marca a un temeroso y condicionado Puskas -por lo sucedido en el primer partido-, mientras Rudolf Mai se encarga de frenar a Kocsis.
Alemania comienza a inquietar, Schäffer el habilidoso extremo se marcha por su banda izquierda, y manda un balón al área, que Buzansky mide mal, aprovechado porMax Morlock –el mítico nº13-, que lanzándose en plancha acorta distancias a los once de partido. Minuto 18, Fritz Walter ve desmarcado a Rahn, que al borde del área conecta un buen disparo y bate a Grocsis poniendo un empate que en aquellos primeros ocho minutos hubiera parecido una auténtica quimera. Con el resultado 2 a 2 termina el primer tiempo y en la segunda mitad los húngaros buscan con todo la victoria pero no pueden batir a Toni Turek, que aquel día fue elevado por el legendario relator Herbert Zimmermann a “Dios del fútbol”. El campo pesado y embarrado va provocando de forma paulatina el desfondamiento físico de Hungría.
Aún así el marcador se mantiene inalterable y la prórroga parece inminente pero a siete del final Schäffer roba un balón y conecta con Fritz Walter, que ve a Rahn, le da un pase atrás de cabeza, y este clava un fenomenal zurdazo al palo izquierdo de Grosics. Son segundos de infinito silencio, rotos únicamente por la legendaria voz de Zimmermann: “Schäfer centra sobre el área. ¡Remate de cabeza! ¡Despejado! Rahn podría chutar el rebote. Rahn chuta. Toor! Toor!  Toor! Toor! Tooooooor!(Cuentan  que Zimmermann cayó en silencio durante ocho segundos antes de que su voz volviera retumbar en las precisas radios alemanas) “¡Toooor, Tooooor, Toooor!… –pausa-, A cinco minutos del final Alemania gana… (pausa de nuevo) ¿3-2? ¿estaré loco? ¡pellízquenme que no lo creo!”. “Aus! Aus! Aus! Aus! Aus! Das Spiel ist aus! Deutschland ist Weltmeister” – (“¡Terminó!” y lo repitió cinco veces: “¡El partido terminó! ¡Alemania es campeón mundial!”).
La consumación del “Das Wunder Von Bern”, un triunfó histórico, el comienzo de una nueva era, la reconstrucción “El Milagro alemán”.

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El equipo de Oro: Hungría 1954

La década del 50 fue la mejor en cuanto resultados y juego para la Selección de Hungría. Liderada por Ferenc Puskas, Sándor Kocsis, Nándor Hidegkuti, entre otros, y dirigida por Gusztáv Sebes, el país húngaro (…)

La década del 50 fue la mejor en cuanto resultados y juego para la Selección de Hungría. Liderada por Ferenc Puskas, Sándor Kocsis, Nándor Hidegkuti, entre otros, y dirigida por Gusztáv Sebes, el país húngaro logró la Medalla Dorada en los Juegos Olímpicos de Sydney de Helsinki 1952 y llegó a estar 33 partidos invicto. En 1953 vencieron a Inglaterra por 6 a 3 en Wembley, siendo el primer equipo no británico en ganarle en dicho estadio. En la revancha de dicho encuentro, Hungría le propinó la peor derrota de la historia al equipo ínglés: un lapidario 7 a 1.
El momento en el que Hungría demostró ser una de las mejores selecciones de aquella época fue el Mundial de Suiza 1954. El máximo certamen de selecciones se llevó acabo en el país suizo debido a los 100 años de la FIFA.
Hungría integró el Grupo B del Mundial junto con Alemania Federal, Turquía y Corea del Sur. En el primer partido el equipo húngaro derrotó por 9 a 0 Corea del Sur demostrando toda su magia y su buen juego. En su segunda presentación venció a Alemania Federal por 8 a 3 con cuatro goles de Kocsis, uno de Puskás, otro de Toth y dos de Hidegkuti. Con esta victoria Hungría demostraba ser uno de las mejores Selecciones de dicha época.
Hungría debía enfrentar a Brasil por los Cuartos de Final del Mundial. El partido fue uno de los más recordados de la historia. Conocido como la“Batalla de Berna” debido a la mala conducta de los jugadores y del juego violento demostrado por ambos equipos.
El partido comenzó favorable a los húngaros (a pesar de la ausencia de su máxima estrella, Ferenc Puskas) quienes rápidamente se pusieron 2 a 0arriba en el marcador. Hidegkuti a los 3 minutos y Kocsis a los 7 pusieron el parcial dos a cero. A pesar de que Brasil buscaba descontar la ventaja húngara, continuas faltas de la defensa del equipo europeo le impedían a los cariocas cumplir su objetivo.
Finalmente, después de tantas jugadas bruscas por parte de la defensa de Hungría, Djalma Santos, a los 18 minutos, puso el 1-2 de penal. Brasil quedaba solo a un gol de distancia.
En el segundo tiempo el desarrollo del partido fue mucho más agresivo. A los64’, Lantos de penal ponía el 3 a 1. Un minuto después Julinho decretaba el 2-3. Faltando dos minutos para el final del partido, nuevamente, Kocsis marcó y puso el 4 a 2 definitivo.
En aquel partido 3 jugadores se fueron expulsados por el árbitro Arthur Ellis. Los dos primeros fueron tras un intercambio de golpes entre Bozsik (Hungría) y Santos (Brasil). Luego, otro brasilero, Humberto, se fue expulsado por golpear a Lórant.
La violencia del partido no finalizó al término de los 90 minutos. Prosiguió en el vestuario, ya que la estrella del equipo húngaro, Puskas (quien había estado ausente del partido debido a una lesión), había lanzado una botella contra Pinheiro, lo que derivó en una batalla campal en los vestuarios.
Luego de la “gran batalla” ante Brasil, era el turno de enfrentarse a la Uruguay que venia de ser campeona del Mundo en 1950 en el recordado “Maracanazo”, en el cual el conjunto uruguayo venció a los brasileros por 2 a 1 en el Maracana sorprendiendo a propios y extraños.
El equipo Húngaro dio otra muestra de gran fútbol y venció a los sudamericanos por 4 a 2. Los 90 minutos reglamentarios finalizaron 2 a 2. Czibor (13’) y Hidegkuti (46’) marcaron para los húngaros, mientras que los tantos para los uruguayos los convirtió Hohberg a los 75 y a los 86 minutos.
Cuando parecía que Uruguay iba a poder lograr llegar por segunda vez consecutiva a la final, apareció una de las estrellas de Húngria, Sándor Kocsis, que marcó por duplicado a los 111 y a los 116 minutos. Con el 4 a 2 final Hungría llegaba a la final, en la cual lo esperaba nuevamente la Alemania Federal. Los húngaros ya no eran una sorpresa y eran considerados como los amplios favoritos en la final que se iba a llevar acabo en el Wankdorfstadion, en Berna. Con Puskás recuperado y recordarndo el 8-3 de la primera ronda, parecía que Hungría se iba a quedar con el Campeonato Mundial.
El equipo de Gusztáv Sebes salió a la cancha aquel 4 de julio de 1954 con la siguiente formación:
  • 1-Grosicks
  • 2-Budazanski
  • 5-Lorant
  • 3-Lantos
  • 4-Bodsik
  • 8-Zakarias
  • 13-Jozef Toth
  • 11-Sándor Kocsis
  • 10-Nandor Hidegkuti
  • 9-Ferenc Puskás
  • 14-Zoltan Czibor.
Ni bien comenzado el partido, a los 6 minutos, Puskás ponía a Hungría al frente del marcador. Dos minutos más tarde Czibor aumentaba la ventaja a dos goles. Pero Alemania no se quedaría atrás e inmediatamente, a los 10’, acortaba la desventaja a un gol gracias al tanto del 10, Max Morlock.
Ocho minutos más tarde, Helmut Rahn, ponía la paridad en el marcador.Después de un gran partido en los primeros 20 minutos, en donde se hicieron cuatro goles, nadie conseguía romper la paridad. Pero cuando parecía que el partido necesitaría de una prórroga, apareció la figura del partido, Helmut Rahn, y a falta de seis minutos para el final del encuentro declaraba que Alemania era el nuevo Campeón Mundial. Pese a no haber conquistado el título, Hungría demostraba que era el Campeón sin corona.
En 1956 se terminaron los años dorados de Hungría debido a la revolución que se desarrollo en dicho país. Desde ese entonces la Selección Húngara nunca volvió a ser lo que alguna vez fue. ¿Alguna vez volverá a vivir años tan gloriosos como los de la década del 50?

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Película: "El milagro de Berna"



Extracto de la película alemana "El milagro de Berna". Os la recomiendo ya que nos muestra como se vivía un Mundial de fútbol desde dentro, y desde la perspectiva de un padre y su hijo.


Helmut Rahn comenzó su carrera como juvenil con Altenessen 1912, con quien jugó desde 1938 hasta 1946. Después de eso se fue al SC Oelde 1919 marcando un total de 52 goles para ese equipo. En la temporada 1950-51 jugó en el Sportfreunde Katernberg.
Como profesional fue más éxitoso cuando jugó en el Rot-Weiss Essen de 1951 a 1959. El equipo ganó la DFB-Pokal final en1953 y ganó el campeonato alemán en 1955. Durante un año, desde 1959 hasta 1960, se había jugado en 1. FC Köln, en 1960se fue a Twente Enschede en Países Bajos.
En la Bundesliga1963, empezó a jugar en el MSV Duisburg. Terminó su carrera en 1965 debido a un problema en la rodilla y, junto con Hans Schäfer fue uno de los últimos miembros de la Copa del Mundo de 1954 ganador de un lado a retirarse.
Rahn fue también parte del equipo alemán que llegó a semifinales de la Copa del Mundo de 1958. Con su gol contraYugoslavia, se convirtió en el momento en el tercer máximo anotador en los Mundiales, con 10 goles en total (detrás de Just Fontaine y Sándor Kocsis), y también el primer jugador en anotar al menos cuatro goles en dos diferentes Copas del Mundo.
Era conocido como "El Jefe" por su liderazgo en el campo y en ocasiones también como "El Cañón de Essen".
Después de retirarse del fútbol, Helmut Rahn, comenzó su propio concesionario de coches en Essen-Altenessen, a lo largo de Altenessener Street.

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REPORTAJE:FÚTBOL | UN GOLPE DE AUTOESTIMA PARA UNA NACIÓN QUE ESTABA HUNDIDA

Alemania llora el milagro de Berna

Los germanos se emocionan con una película que evoca el inesperado triunfo de su selección sobre la poderosa Hungría en el Mundial de 1954


El canciller federal alemán, Gerhard Schröder, el legendario delantero centro Uwe Seeler y el seleccionador nacional, Rudi Völler, todos ellos hombres hechos y derechos, lloraron a lágrima viva. Schröder, tres veces. La película El milagro de Berna, del director Sönke Wortmann, hace trabajar las glándulas lacrimales de los alemanes. Evoca el triunfo de la selección alemana de fútbol en la final del Mundial de Suiza, el 4 de julio de 1954 en Berna, a través de la visión de un chico de 12 años de un barrio obrero de Essen, en plena cuenca del Ruhr, expresión palpable del proletariado alemán de las minas y la siderurgia.
Mezcla el director la familia ficticia Lubanski con el histórico partido en el que Alemania consiguió el milagro de derrotar por 3-2 a la Hungría de los Puskas, Koscis y Czibor que llevaba cuatro años imbatida. Alemania había perdido en la primera ronda 8-3 contra Hungría, que había marcado 25 goles en los cuatro partidos de la fase final. Una Alemania hundida y derrotada en la II Guerra Mundial levantó por primera vez la cabeza gracias a los dos goles de su extremo derecho Helmut Rahn, alias Boss. Alemanía no había participado en el Mundial de 1950 en Brasil. El país estaba todavía excluido de la FIFA, sometido a cuarentena por el pasado nazi. Cuatro años después, el fútbol ejerció de bálsamo para las heridas de un pueblo derrotado en la guerra y sumido en la vergüenza de haber parido el nazismo. El llamado milagro de Berna, el futbolístico, supuso el pistoletazo de salida para el granmilagro alemán, el económico, que levantó a un país destruido y en ruinas hasta convertirlo en la primera potencia económica de Europa. Para el director de la película, Wortmann, "hay en la posguerra alemana dos acontecimientos en los que los contemporáneos recuerdan con precisión dónde estaban cuando ocurrieron: la caída del muro de Berlín [el 9 de noviembre de 1989] y el sorprendente triunfo del campeonato mundial el 4 de julio de 1954". Según Wotmann, "la victoria se convirtió en mito y sus actores que participaron son leyenda: Sepp Herberger
[seleccionador nacional], Fritz Walter [capitán y cerebro del equipo], Helmut Rahn
[autor de dos goles en la final] o Toni Turek [portero que salvó el resultado poco antes del final]
". Sostiene Wortmann: "Lo característico del momento no fue sólo la victoria de un equipo de fútbol, sino una especie de euforia colectiva, una contraimagen renovadora frente al pasado del nazismo".
El relato radiofónico de aquella final se vendía en Alemania en discos de microsurco con el alarido del locutor Herbert Zimmermann ante la parada final de Turek: "¡La paró, la paró. Toni, Toni, tú eres un dios del fútbol!". La televisión pública alemana se encuentra ahora, ante la proximidad del 50 aniversario del milagro de Berna, dedicada a la tarea de reconstruir las imágenes de la final, que no quedaron grabadas.
Matthias, el niño protagonista de la película, vive con su madre, su hermana y su hermano comunista en el sórdido ambiente del Ruhr de la posguerra. La familia espera la vuelta del padre, prisionero en la Unión Soviética, mientras la madre saca adelante a la familia con una taberna que se llena de obreros bebedores de cerveza. Matthias cría sus conejos, acompaña a Rahn a los entrenamientos y le lleva la bolsa de deporte.
El Boss Rahn, como la gran mayoría de sus compañeros de hazaña, no llegó a ver la película. Su vida se consumió hace unos meses en un barrio de Essen donde recorría las tabernas para, a cambio de unas cervezas, explicar sobre una mesa cómo había sido aquel zurdazo que le dio el título mundial.

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ROTE JÄGER: EL VICTORIOSO EQUIPO DE FÚTBOL DE LA LUFTWAFFE (I)

Corría el año 1912 cuando en una pequeña localidad alemana del landde Baden- Württemberg, Engen, nacía Hermann Graf. Hijo de una familia humilde de escasos recursos pronto tuvo que buscarse la vida trabajando como aprendiz de cerrajero e incluso como ayudante del clérigo local. En esa época, como la mayoría de los jóvenes alemanes, se aficionó a los deportes llegando a compaginar sus empleos con una de sus mayores aficiones, el fútbol.
Graf de uniforme luciendo sus condecoraciones
HERMANN GRAF. UN AS DE LA AVIACIÓN BAJO PALOS
Graf empezó a estudiar gestión y a practicar este deporte como aficionado en el FC Hewen Engen, destacando en la demarcación de portero. En 1932, una vez finalizada su formación escolar obtuvo una licencia para pilotar planeadores, hecho que le permitió cuatro años más tarde conseguir el título de aviador de aparatos a motor e ingresar en las Fuerzas Aéreas militares alemanas, la Luftwaffe. Con anterioridad, coincidiendo con la llegada de Hitler al poder, Graf se había afiliado al NSDAP, el partido nacionalsocialista. Durante dos años, en paralelo a la expansión del Estado nazi, prosiguió su adiestramiento como piloto de combate hasta que estalló la Segunda Guerra Mundial y fue destinado a la escuadrilla Jagdgeschwader 51 (JG- 51) con el rango de sargento hasta que en enero de 1940 fue trasladado a Merseburg para ejercer como instructor de vuelo de un grupo de pilotos de cazas. Poco después de ser ascendido a teniente fue transferido a la escuadrilla JG- 52 emplazada en Rumania. Allí se encargó de la formación de aviadores locales hasta que en mayo de 1941 fue enviado con su unidad a Grecia para dar apoyo aéreo a la invasión de Creta. Tras participar en diversos combates Graf marchó a un aeródromo situado en el frente del este ocupado durante la Operación Barbarroja. Allí fue donde fraguó su leyenda como as de la aviación germana. En tan sólo tres semanas consiguió derribar a 48 cazas enemigos por los que recibió la Cruz de Hierro. Pero su popularidad en el ejército alemán creció aún más cuando en un solo día derribó a 8 aviones aliados. Así fue como añadió a su laureado palmarés una nueva condecoración, las Hojas de Roble tras sumar 104 combates victoriosos.
Hermann Graf (centro) junto a sus hermanos Josef y Wilhelm
LA GÉNESIS DE UN EQUIPO DE FÚTBOL INVENCIBLE
Por sus méritos de guerra en el cerco de Stalingrado, Graf logró el grado de capitán. La fama que había alcanzado entre sus compañeros de armas provocó que los máximos mandatarios nazis prefirieran mantenerlo alejado del frente para evitar que fuera abatido y ello minara la moral de los pilotos, como ya sucedió con otro as de la aviación alemana Hans- Joachim Marseille, conocido como La Estrella de África, que murió tras sufrir un accidente durante un reconocimiento. Apartado del frente por motivos propagandísticos y ya con el grado de mayor, Graf fue enviado a Burdeos para dirigir una escuela de vuelo para pilotos de combate, la Ergänzungs- Jagdgruppe Ost. La escasez de efectivos favoreció su reincorporación al servicio activo como comandante de la escuadrilla JG- 50, especializada en interceptar aviones spitfire británicos.
el seleccionador de fútbol alemán Josef Sepp Herberger
Más allá de sus deberes militares, Graf mantuvo intacta su pasión por el fútbol. Tras mantener conversaciones con Josef Sepp Herberger, el técnico que sucedió a Otto Nerz al frente de la selección alemana, el laureado piloto consiguió crear en 1943 un equipo de fútbol en su unidad, los denominados Rote Jäger (Cazadores rojos), que gozaron de una enorme popularidad en el Ejército alemán. Su nombre obedecía al color de sus camisetas, donadas por un empresario amigo de Graf, y a su condición como pilotos de combate. Pero el condecorado aviador no se conformó con configurar una escuadra cualquiera, quería a los mejores futbolistas a su lado. Así fue como, usando sus influencias, fue transfiriendo a distintos  jugadores que servían en diversos frentes a su unidad bajo el pretexto de ser los técnicos expertos que precisaba su escuadrilla. De esta manera, los soldados futbolistas requeridos por Graf consiguieron escapar de una más que probable muerte.
Graf visitando un entrenamiento de un equipo militar dirigido por Herberger

ROTE JÄGER: EL VICTORIOSO EQUIPO DE FÚTBOL DE LA LUFTWAFFE (II)

febrero 5, 2012
A pesar de su fama, los Rote Jäger nunca llegaron a disputar el campeonato de liga regular alemán, llegando sólo a jugar encuentros amistosos en países como Hungría y Polonia o en territorios como la Alsacia francesa. Su debut oficial se produjo tan sólo cuatro meses después de su creación, el 4 de agosto de 1943, cuando se enfrentaron al Eintracht de Frankfurt, al que derrotaron por 1 a 5.
alineación de los Rote Jäger con Graf (centro) como guardameta
FRITZ WALTER: DEL FRENTE A FIGURA DE LOS ROTE JÄGER
Entre los soldados reclamados por Graf para que integraran la plantilla de los Cazadores rojos se encontraba el paracaidista Friedrich FritzWalter, reclutado en 1942, que llegaría a ostentar la capitanía de la selección germana en el Mundial de 1954 y se erigiría en ídolo de la afición del 1 FC Kaiserlautern. En esos momentos Walter se encontraba combatiendo en el frente italiano encuadrado en la segunda compañía del batallón 902 de la Wehrmacht. Paradójicamente, ese mismo año Graf había conocido a Walter durante una visita a la concentración de la selección alemana dirigida por Herberger. La amistad entre el piloto y el técnico propició que este entrenara a los Cazadores rojos. La plantilla de los Rote Jäger quedó completada con los suboficiales Walter Bammes (delantero del FC Nürnberg y del SpVgg Fürth), Hermann Eppenhoff (delantero del FC Schalke 04), Franz Hanreiter (delantero austriaco del SK Admira Wien destinado en el frente oriental), Alfons Brummes Moog (mediocentro del VfL Köln 1899), el también suboficial mecánico Hermand Koch (defensa del FC Sportfreunde 1924 Leimen y del TSV Schwaben Augsburg), Walter Zwickhofer (defensa del FC Schalke 04), Bruno Klaffke (centrocampista del Duisburger FV 08), el suboficial Richard Leonhard (delantero del SC Planitz y del BC Chemnitz), el mecánico Siegfried Friedel Klagges (defensa del SC Wattenscheid 09), Wilhelm Thiele (portero del TSV Polizei Chemnitz), el suboficial Gredel (mediocampista del VfR Mannheim), Karl Kögler (portero del FC Hanau 93), Friedrich Fritz Hack (centrocampista del TSV 1860 München y del SpVgg Fürth), Josef Pepi Stroh (delantero austriaco del FK Austria Wien), el suboficial Werner Humpert (mediocentro del Sportfreunde Dresden), Alfred Oberst (mediocentro del FC Nürnberg y del SV 06 Kassel), Karl Flinner (portero del SV Wilhelmshaven y del Borussia Fulda) y Karl Heinz Höger (portero del LSV Hamburg y del SV Dessau 05 e hijo del ex internacional Karl Höger). Sin duda un equipo militar plagado de buenos jugadores.
Fritz Walter jugando con la selección germana
Antes de la formación de los Rote Jäger, Fritz Walter ya había participado en algún encuentro amistoso contra un equipo de la unidad de élite del ejército rumano que desafió a los germanos. El partido, que supuso la génesis de los Cazadores rojos, se disputó en el Bucarest Sports Arena ante 40.000 aficionados. El combinado alemán, dirigido ya por Herberger, contó en su alineación con Graf en la portería y Fritz Walter en la delantera. Los alemanes vencieron por 3 a 2 a sus rivales balcánicos.
OCASO DEL EJE. LA ANTESALA DE LA DISOLUCIÓN
Tras ser repescado para el equipo de la Luftwaffe, la estrella del 1 FC Kaiserlautern que en 1985 daría nombre al estadio del club de Renania, pasó a integrar los Rote Jäger hasta que en noviembre de 1944 todos los clubes deportivos militares fueron disueltos ante el avance aliado previo al fin de la Segunda Guerra Mundial. A pesar de ello, el equipo de Graf aún tuvo tiempo de jugar un último encuentro en Cracovia ese mismo mes ante más de 3.000 espectadores, la mayoría de ellos soldados alemanes destinados en dicha localidad polaca. El rival fue el LSV Mölders Krakau, el equipo de la Luftwaffe local, al que derrotaron por 0 a 14 con cinco goles del delantero Hermann Eppenhoff.
estrella en el Schalke, Eppenhoff jugó en 1942/43 con los Rote Jäger
Durante sus 15 meses de actividad, los Rote Jäger llegaron a jugar 34 partidos, de los cuales 30 se saldaron con victoria por tan sólo tres derrotas (contra el Stuttgart, el LSV Hamburg y el Westfalia Herne) y un único empate (el que cedió a uno ante el Bayern de Munich), marcando 142 goles a favor y recibiendo tan sólo 47 en contra. Su existencia, inicialmente puesta en entredicho por las autoridades nazis, fue finalmente aceptada y potenciada por las mismas tras percibir el fútbol como un elemento eficaz para distraer a la tropa y mantener elevada su moral.
documental sobre la trayectoria deportiva de Fritz Walter

ROTE JÄGER: EL VICTORIOSO EQUIPO DE FÚTBOL DE LA LUFTWAFFE (III)

febrero 17, 2012
Retomamos en esta entrada la historia del equipo de fútbol más victorioso de la aviación germana durante la Segunda Guerra Mundial, los Rote Jäger (cazadores rojos), cuyos futbolistas fueron reclutados por el as de la aviación alemana Hermann Graf entre los jugadores que se encontraban sirviendo en los diversos frentes durante la contienda bélica. Tras la debacle militar del Eje el conjunto deportivo de la Luftwaffe fue disuelto y sus integrantes corrieron suerte diversa.
Graf durante una de sus convalescencias junto a sus soldados futbolistas
DE LA PORTERIA AL CAMPO DE INTERNAMIENTO SOVIÉTICO
Una vez finalizada la experiencia futbolística, Graf llegó a ejercer durante cuatro meses como coronel de la unidad encargada de la defensa del Reich, la JG- 11. A pesar de tener prohibido volar en misiones operativas consiguió cuatro derribos más para añadir a su historial de combate aéreo. En las postrimerías del conflicto fue herido y obligado a permanecer internado en un hospital. Tras un breve periodo de convalecencia fue destinado a la escuadrilla JG- 52 que operaba en el Frente Oriental.
Cuando se intuía próximo el final de la Guerra, Graf recibió la orden de dirigirse al sector ocupado por los británicos para evitar ser capturado por las tropas soviéticas. Contradiciendo a sus superiores, el 8 de mayo de 1945 el piloto capituló ante la 90 División de Infantería del Tercer Ejército norteamericano cerca de la localidad checoeslovaca de Pisek. Su hoja de combates reflejaba los 212 derribos conseguidos y las 830 misiones de combate en las que había participado. A pesar de haberse rendido a los americanos, tanto él como el comandante de cazas Erich Hartmann, apodado El Diablo Negro, fueron entregados a los soviéticos que les recluyeron en el campo de prisioneros de Griazovets, ubicado en la región de Vologda Oblast, donde realizaron trabajos forzados.
Walter luciendo la elástica del Kaiserlautern junto al también internacional alemán Albert Sing
EL BALÓN QUE SALVÓ A FRITZ WALTER DEL GULAG
Fritz Walter corrió una suerte similar a la de su superior. Tras ser destruidos todos los aviones de su escuadrilla fue apresado junto a sus compañeros y recluido en un campo de prisioneros bajo tutela norteamericana. Tras unas semanas de incerteza fue entregado junto a miles de soldados alemanes presos a las tropas soviéticas. Su traslado a un gulag de Siberia se realizó de inmediato. Pero el azar reservó un final distinto al jugador germano. El convoy que le transportaba hizo una última parada en un centro de recepción de Ucrania. Fritz Walter se percató que los guardias estaban preparándose para disputar un partido de fútbol. Causalmente el balón rodó hasta sus pies tras un disparo defectuoso y Walter, con sus pesadas botas militares, ejecutó una volea para devolver el esférico al improvisado terreno de juego. En pocos segundos pasó a formar parte de uno de los equipos que disputaban el encuentro. Durante la media parte uno de los guardias se acercó a él y le espetó “yo a ti te conozco. Hungría- Alemania en Budapest, 1942, ganasteis 5 a 3”. Al día siguiente su nombre desapareció de la lista de los prisioneros que iban a ser enviados al campo de internamiento. Algunas fuentes apuntan al centinela húngaro que lo reconoció como el artífice de su salvación al asegurar que el futbolista no era alemán sino austriaco. Aquel fue, según el propio Walter, “el partido más importante de mi vida”. Enfermo de malaria retornó a su país y se reincorporó a la disciplina del 1 FC Kaiserlautern, equipo con el que conquistaría dos ligas en 1951 y 1953.
almanaque del fútbol alemán de la revista Kicker (1942)
UN EPÍLOGO DE HÉROES Y TRAIDORES
Por su parte, Graf a diferencia de Hartmann, que permaneció 10 años recluido en un gulag, reconoció públicamente que la guerra había sido un error y se integró en la Federación de Oficiales Alemanes (BDO) que colaboraba con el Ejército Rojo. Así fue como, a finales de 1949, consiguió ser liberado. Un año más tarde escribió un pequeño manuscrito sobre sus vivencias deportivas en la Luftwaffe titulado Die Rote Jäger: Ein Schicksalsbericht namhafter deutscher Fussballer aus dem letzen kriege. Sin embargo, su colaboración con los soviéticos le supuso, a su retorno a Alemania, el rechazo de sus ex compañeros de armas y la exclusión de la Kameradschaftsbund der Jagdflieger, la Hermandad de antiguos pilotos de caza. A ello se sumó su divorcio y los rumores que le vincularon con el espionaje soviético, agudizados tras la publicación del libro Digo la verdad, escrito por otro as de la aviación alemana, el mayor Hans Assi Hahn. Aislado y repudiado por su antiguos camaradas, Graf consiguió trabajo gracias a sus contactos futbolísticos. Sepp Herberger, el antiguo entrenador de los Rote Jäger, le presentó a Roland Endler, un industrial que llegaría a ser presidente del Bayern de Munich entre 1958 y 1962. Fue este empresario quién le ayudó ofreciéndole un empleo como vendedor en su compañía de manufacturas electrónicas, donde llegaría a ser jefe de ventas de la región de Baden. Así fue como pudo rehacer su vida casándose por tercera vez en mayo de 1959 con Helga Graf con quién tuvo dos hijos. Ese mismo año Fritz Walter publicó el libro 11 Rote Jäger: Nationalspieler im Kriege con el que quería homenajear a Graf y al resto de sus compañeros de equipo. En sus páginas la estrella de los Roten Teufel(diablos rojos), apodo que identifica al 1 FC Kaiserlautern, afirmó que el fútbol para Graf durante la guerra se convirtió en un medio para “crear un equilibrio con su encuentro diario con la muerte”, una especie de válvula de escape imprescindible para el piloto.

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a película de Ferenc Puskas (con acento en la A)

14.05.2011

la pelicula de ferenc puskas (con acento en la a)
Sabíamos que hizo época en el Real Madrid, que es el mejor goleador de la historia del fútbol y uno de los más grandes futbolistas de todos los tiempos, que jugó lesionado la final delMundial de Suiza en 1954 y que la inesperada derrota de Hungría ante Alemania Occidental en el encuentro que se recuerda como El milagro de Berna (y que ha sido muy utilizado en el cine como ya recordamos aquí) marcó su vida. Sabíamos incluso que se enfrentó al régimen comunista de su país, Hungría, tras laRevolución de 1956 y la entrada de las tropas soviéticas en Budapest: huido del país junto con su equipo, el Honved, que tenía partido de Copa de Europa en San Mamés contra el Athletic (3-2 en Bilbao y 3-3 en el estadio de Heysel, Bruselas), Puskas decidió, y con él varios compañeros, no regresar, y comenzar un exilio futbolístico que acarreó una sanción de la FIFA de  meses sin jugar y que terminó felizmente en 1958 gracias a la fe de Santiago Bernabéu en un futbolista de 31 años y 18 kilos de sobrepeso.
Sabíamos todo eso, pero el documental Puskas, Hungary, dirigido por Tamás Almási, un extraordinario retrato del hombre y el mito al que llevaba siguiendo la pista desde que se llevó el premio de la Seminci de Valladolid al mejor documental hace dos años, descubre, entre decenas de detalles curiosos, 5 HISTORIAS IMPRESCINDIBLES QUE NO SABÍAMOS SOBRE FERENC PUSKAS:

I. LOS NOMBRES DE FERENC. Puskas era húngaro, pero diferente. De hecho, ni siquiera era Puskas. Nacido en Budapest, era de origen suabo, un ciudadano húngaro de la etnia alemana que se instaló siglos antes en el transcurso del Danubio y que mantenía el apellido familiar. Su nombre real era Ferenc Purczfeld, denominación que, a partir de la Segunda Guerra Mundial (habida cuenta de los desmanes nazis y la mala imagen de todo lo germánico) su familia tuvo que cambiar por el nombre de Puskás, con acento en la letra A, y pronunciado así por todos los húngaros, a los que les sigue haciendo mucha gracia que aquí lo pronunciemos como palabra llana: Púskas. Nunca un apellido fue mejor escogido: Puskás, en húngaro, significa escopeta. Aunque lo cierto es que la pierna izquierda de Ferenc era más bien un cañón.
Y si el apellido tiene historia, lo de su nombre es de leyenda. Ferenc fue Öcsi para todos: familiares, amigos y seguidores de su equipo (el Kispest, que luego se transformaría –más nombres que cambian– en Honved al convertirse en el equipo del ejército y compatriotas que disfrutaban con sus éxitos en la selección magiar. Su llegada a la España de finales de los 50 transformó a Ferenc en otro hombre. Primero en Francisco, con la manía del régimen por españolizar los nombres extranjeros, pero pronto sus compañeros en el Real Madrid le buscaron un mote. Lo cuenta don Alfredo Di Stéfano en la película, con su socarronería mitad castiza mitad porteña: “Los Franciscos en España son Pacos, y en Argentina son Panchos. Aquí en España, ya había un Paco, que era Francisco Franco; así que le pusimos Pancho”.Pancho Puskas y sus cuatro goles en la final de la Copa de Europa de 1960 para la eternidad.

II. UN REGATE PARA APRENDER IDIOMAS. En noviembre de 1953, en las horas previas a la histórica victoria de Hungría en Wembley por 3-6 (primera derrota de Inglaterra en su casa), un entrevistador de la BBC le echa en cara amablemente ante la cámara a Puskas que no hable inglés. Visiblemente contrariado, y con un punto orgulloso de gallo de corral que se aprecia en la película, Puskas le dice que lo aprenderá para la próxima visita. Al día siguiente, en el partido, Puskas contestó con el balón e inventó posiblemente el regate más famoso de la historia, humillando al gran Billy Wright ni más ni menos, el mítico capitán de la selección inglesa en los 50. Con los años y quizá con parte de la vergüenza de no haber podido contestar en inglés aquel día, Puskas aprendería italiano (su estancia en Bordighera y Roma mientras duró su sanción de la FIFA sin jugar), español (su excompañero madridista Santamaría recuerda que los tacos los aprendió pronto y que el idioma lo mejoró leyendo las novelitas del Oeste de Marcial Lafuente Estefanía y Silver Kane en los largos viajes en tren de la época), griego (en su etapa de entrenador del Panathinaikos), algo de árabe (entrenó al Al-Masry de Egipto) y, por supuesto, el inglés(entrenó en EE UU y también acabó su carrera en Australia haciendo campeón al Melbourne). Este idioma le sirvió, además, para mantener una duradera amistad con el propio Billy Wright, al que volvió a vencer con otra goleada de escándalo: 7-1 en Budapest el 23 de mayo de 1954, cuando los ingleses buscaron la revancha del famoso 3-6. Muchos años después, Puskas cuando un amigo suyo enfermo viajó a Londres en busca de curación, Puskas le dio las señas de Billy Wright, quien por supuesto recibió al amigo de aquel futbolista que aprendió inglés gracias a los regates.

III. UN DIOS GRIEGO MUY VIAJERO. Conocemos el legado que dejó en el Bernabéu, pero quizá no éramos tan conscientes del recuerdo que late todavía en la afición ateniense del Panathinaikos (luego entrenó brevemente al AEK). Tres Ligas y sobre todo la clasificación para una final de la Copa de Europa (en Wembley, frente al Ajax de Cruyff, el 2-0 para los holandeses fue lo de menos) de un equipo que dejó de ser amateur sobre la marcha. Puskas abandonó su estampa de chico orgulloso y con un punto chulesco que lucía en Hungría durante su estancia en Madrid. En Grecia se hizo ciudadano del mundo. Por eso los griegos le adoran, como deja claro en el documental uno de los testimonios, por ser una mezcla de Zorba(por su amor a la vida y a la sonrisa) y de Ulises (por los viajes que continuó haciendo toda su vida). Tras Hungría, el exilio (con una sonora gira por Europa y hasta por Sudamérica, donde el Honved disputó un partido histórico en Maracaná frente al Flamengo), España y Grecia, Puskas recaló en EE UU y Canadá (entrenó en San Francisco y Vancouver), Chile (Colo-Colo), Egipto (Al Masry), Paraguay (Sol y Cerro Porteño) y Australia, donde estuvo a punto de quedarse a vivir entre la abundante colonia de griegos de Melbourne tras hacer campeón al South Melbourne Hellas. A Hungría no regresó desde su salida a finales de 1956 hasta 1981, tras una invitación del gobierno todavía comunista. Pudo instalarse allí de nuevo en 1992, restablecida la democracia, que le devolvió todos sus honores perdidos. Desde entonces, Pancho Puskas ayudó a la Federación húngara de fútbol hasta que la enfermedad se lo permitió.

IV. UN AS DE LOS NEGOCIOS. Hijo de futbolista, el joven Ferenc jugó al fútbol desde crío y no tuvo otra profesión más allá de los ascensos militares que le reportaban sus victorias en el terreno de juego con el equipo del ejército, el Honved. Así llegó a coronel sin pegar un tiro fuera del campo de fútbol, y le asignaron a una de las fábricas de Budapest como responsable, enmarcado en uno de esos organigramas de política obrera tan absurdos y comunes en los regímenes socialistas. Allí el bueno de Öcsi no daba un palo al agua. Hasta que al regresar de los Juegos Olímpicos de Helsinki 1952 con la medalla de Oro de campeones, el gobierno, que no podía pagar dinero a sus futbolistas, pero sí ofrecerles prebendas, le puso al frente de una ferretería. El carácter de Puskas quedó rápidamente al descubierto: pasadas las horas muertas jugando a las cartas, en aquel negocio no se atendía, ni se cobraba a nadie. Sin quererlo, inventó el primer self service de Hungría.
Ya en Madrid, además de un restaurante muy cerquita del Bernabéu donde se atendió incluso a las estrellas de Hollywood que visitaban el Madrid de Samuel Bronston y donde Pancho invitaba más de la cuenta, alguien aconsejó a Puskas con poner una fábrica de salchichas. La estampa del futbolista ante la máquina de rellenado de carne es uno de los grandes momentos de la película. Por supuesto, aquello acabó fatal. Su único negocio rentable fue siempre el fútbol. Y él lo sabía, quizá por eso nunca puso demasiado empeño en las demás aventuras. Incluso en los momentos en los que el régimen comunista le echaba en cara su falta de actitud ante el trabajo fuera de los estadios, Puskas tenía clara su respuesta:“Mientras meta goles, no tendré problemas”.

y V. EL DESTINO DE UN MITO. Tras la victoria en Helsinki, los miembros de aquel Equipo de Oro húngaro se convirtieron en ídolos en todo el mundo. Hasta la derrota en Berna en 1954 fueron el mejor equipo del mundo, y recibían cartas desde todos los puntos del planeta. Una de ellas, remitida desde Suecia, ponía sólo “Puskas, Hungría” en la dirección. Naturalmente, llegó a su destino.
Elegida esta anécdota como título del documental Puskas, Hungary, la película impresiona a cinéfilofutboleros, cinemaníacos, transeúntes y mediopensionistas no sólo por la documentación, los testimonios y las imágenes de Ferenc Puskas que ha logrado rescatar, sino sobre todo por demostrar sin dejar lugar a la duda que también los genios pueden ser buena gente.

[Aquí os dejo el tráiler]


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