miércoles, 22 de julio de 2009

ESTUDIANTES Campeon de la Libertadores y el regreso de la Brujita!!!




Grande Estudiantes, y campeonando bien a lo estudiantes, me deja varias sensaciones: Cristal pudo haberlo eliminao, bueno recien comenzaban, despues la curva ascendente, y la garra a lo estudiantes, otra cosa que veo es el retorno del lider, ese lider que La Albiceleste necesita, no es exactamente lo mismo que Riquelme en Materia futbolistica, sin embargo se trata de un Argentino que en su momento estuvo super ranqueado, y que se desinflo a la mala, y el tipo hizo lo que todo mundo le dijo que no haga: Volvio a la argentina y a su adorado Estudiantes, y a los 31 años, luego de un exitoso periplo por Europa donde estuvo codeandose con los mejores de esa generacion ZIdene, Beckham, Figo, Rivaldo... Fracaso en el 2002 y le echaron la culpa de todo, se volvio un apestado en su pais, Pero HOY A VUELTO Y POR LA PUERTA GRANDE.




Me caia antipatico, sin embargo en base a humildad me cae ahora muy bien, en detrimento del pecho frio de Riquelme, o Frezzelme, un antipatico que cree que todo se lo merece y que piensa que su seleccion esta al servicio de El, Por ello ya Maradona dijo que Juan ROman no VOLVIA MAS, y es que sabe que en esta segunda mtiad de año, sera el momento de VEron.




Grande Pincha!!!!!


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Un Campeón con espíritu amateur
Por: Jorge Barraza
Se puede hablar de gesta, está permitido el término héroes. Un romántico aire amateur impregnó la conquista de Estudiantes de La Plata. La Libertadores fue a los brazos del muchacho que la quiso más, sin importarle su posición económica, sin mirar con interés el porvenir. La sedujo la viril propuesta albirroja y allá está, en La Plata, acariciada por manos que la quieren, abrigada por el calor del afecto.
Nunca sobrevoló en esta bella cruzada estudiantil la ignominiosa palabra dinero. Nadie preguntó “¿cuánto nos toca…?”, lo pecuniario se conocerá mañana, pasado. Es hora, aún, de celebraciones. El pueblo de Estudiantes, tan heroico y decisivo en la proeza de sus gladiadores, está de festejo corrido, cuando termina, termina. Es tiempo de beber y celebrar.
La caravana de la victoria, al retorno, tardó siete horas en llegar a La Plata. Veinte mil acompañaron al bus a paso de hombre con bombos, banderas, cornetas; una muchedumbre impresionante esperaba en la ciudad de los tilos y las diagonales. Sobre una foto de decenas de miles de cabezas, el diario Olé tituló “Estudiantes de la Patria”. Un acierto periodístico. En la noche del Mineirao, todos terminamos siendo pincharratas.
La tradición argentina dice que cuando un equipo juega la final de la Libertadores, todos los otros le vamos en contra. Pero Estudiantes nos ganó el corazón, todos trabábamos juntos, todos saltábamos a buscar el centro. El Mineirao era un caldo hirviente en una olla que parecía explotar de aliento para el Cruzeiro, pero del otro lado había millones dentro del campo, empujando cada acción de los soldados albirrojos.
Podía estar enfrente el Real Madrid o el Manchester, iba a ser igual una batalla brava para cualquiera. Estudiantes encarnó la fuerza de la fe, lo impulsaba el entusiasmo.
Esta victoria gigante iguala las tres anteriores del mismo Estudiantes, todas las de Boca y las muchas de Independiente. Fue conseguida a punta de entusiasmo, de hombría, de una garra bien entendida. No el juego de los golpes y las bravuconadas que, a veces, se mal llama garra. Cuando se vieron en desventaja en el resultado, 70.000 cruzeirenses se unieron en un coro imperativo: “¡Ra-ça… Ra-ça… Ra-ça…!” (garra en portugués). Reclamaban ese mismo producto que Estudiantes derramaba sobre el césped en generosas cantidades. Sabían que sólo con fútbol no alcanzaba.
El diario Lance, de Brasil, calificó de bochornosa la actuación del árbitro chileno Chandía. Nada que ver, sacó adelante un partido volcánico, jugado con auténtica pasión. Y no incidió en el resultado. Estudiantes ganó con armas limpias, con un Verón inteligente y un equipo compacto, de extraordinaria marcación en todo el campo, desde la salida de Cruzeiro hasta su propia área. Jugando al límite físicamente, cuidando la pelota y con una concentración fabulosa.
Pareció que Cruzeiro ya había dado por ganada la Copa antes de jugar. Se palpaba en su gente, en los medios, en las declaraciones. Se consideraban un equipo muy superior a Estudiantes. El mismo Tostao, respetadísimo analista, lo afirmó en su columna previa. Nunca lo demostró Cruzeiro. Estudiantes fue más al cabo de las dos finales. A su arquero Fabio lo apodaron “El héroe de La Plata”. Por algo es. No hicieron una lectura importante: en 10 de los 15 juegos anteriores Estudiantes no había recibido goles. Y estuvo casi 9 partidos consecutivos con la valla invicta. Eso habla de una defensa como mínimo, atenta.
El exceso de confianza no demerita en modo alguno a Cruzeiro, excelente animador de la competencia que se cargó a Gremio y al San Pablo en fases previas.
¡Qué bella final de Copa! El ardor, el deseo en su máxima expresión. Cabe aquí un homenaje al futbolista, que ante la instancia cumbre entiende el mandato de la gente y deja el alma en la cancha. Nadie guardó nada, nadie cuidó su propia integridad física, ninguno midió ni reguló esfuerzos. Allí adentro todo hay que hacerlo con el rigor supremo, la atención suprema, con velocidad e inteligencia. Tanta intensidad genera, naturalmente, roces. Pero fueron los normales en un cotejo tan especial. De ahí surge la calificación para el árbitro: muy buena.
Existe una simbiosis única entre Estudiantes y su hinchada. La gente se mata por el equipo porque sabe que el equipo se mata por su gente. Y viceversa. Todos son hinchas, incluidos los jugadores, el presidente, el boletero, la cocinera o el masajista. Ello genera una terrible fuerza centrífuga en la que parecen moverse todos juntos.
Existe, también, una premisa de la historia. La que creó aquel equipo tricampeón de América a fines de los ’60. Parece empujar, compeler a los actuales a respetar aquel precepto de entregar hasta la última gota de sudor.Ahora las ofertas del exterior desarmarán el cuadro. Es inevitable. Pero la gloria no tiene precio. No se toca. Nadie la puede llevar a Italia o España.
Estudiantes es el primer campeón proveniente del repechaje. No fue armado con millones, está hecho de ilusión. Perdiendo con Sporting Cristal comenzó un largo peregrinaje hacia la cima. Y en el camino se fue haciendo fuerte. No brilla, no encandila ni deslumbra. Igual, no es un campeón cualquiera, pide un lugar en la historia.




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EL HISTÓRICO LINAJE DE LOS VERÓN EN LA PLATA
Brujería familiar
Por: El Veco Escritor y periodista
Cuando el triunfo tenía sello y la hinchada “pincha” daba un paso más en la campaña del 68 rumbo a la primera Copa Libertadores, el coro tribunero dejaba un cántico que parecía remecer cualquier estadio, de tablón apolillado, fierro herrumbroso o cemento bacán, nuevecito: “Si ve una bruja volar en una escoba, ese es Verón, Verón, que está de joda”. Una expresión de alegría eufórica que retumbaba diez, quince veces, como un trueno, y rendía tributo a su jugador diferente.
Aquel equipo sudoroso, con alma de obrero, más músculos que finezas, mordedor y áspero, que ofrecía la equilibrada solvencia de Poletti bajo el arco, también asustaba en el fondo con el rostro pétreo de Aguirre Suárez, zaguero implacable, desconocedor de amistades en el fragor de la batalla.
Aquel Estudiantes tenía un solista de excepción. Un virtuoso cabal con libertad para ubicarse en el metro de cancha que eligiera, con carta fianza de calidad probada para inventar a su antojo, crear el desparramo con un amago y fabricar el gol de cachetada suave, al óleo, con balón casi adormecido o el cabezazo irrefrenable, como el de la noche de Manchester (1 a 0), que llevaría ese mismo año la Copa Intercontinental a La Plata.
Juan Ramón Verón quedó en nuestro recuerdo con un perfil casi único en su tiempo. Un cabal fenómeno. Era el único que poseía la llave que abría el cofre de la victoria complicada y muy pocas veces le erró a la cerradura. Líder de las tres Libertadores al hilo, jugó tres temporadas en Panathinaikos de Grecia, anduvo por Colombia y cuando se hartó de viajar volvió, en 1980, para cerrar su campaña en Estudiantes.
Ahora tiene 65 años y recuerda de manera especial un clásico con Gimnasia en el 75, cuando cerró el tanteador. El técnico Carlos Bilardo le dio la gran noticia en el vestuario: “¡Sos papá!”. Esa misma tarde del 9 de marzo del 75 había nacido su hijo, Juan Sebastián. Lo de “Bruja” a “Brujita” se hizo solo y que fuera “pincha” era casi un mandato familiar. Juan Sebastián sumó grandes títulos en Europa, no solo tres copas de Italia. Fue campeón de la Liga Italiana con el Lazio (2000) y el Inter (2006) y también campeón en la Liga Premier con el Manchester United en el 2003. Le faltaba algo en sus 34 años y se lo repetía a su padre: “Me gustaría jugar una final de la Libertadores como vos y ganarla”. El sueño se plasmó en Belo Horizonte. Y de “yapa” fue distinguido como el mejor jugador de la final, y así también lo vimos nosotros.
Una encuesta de “Olé” se sumó en el juicio aprobatorio: el 50% de los votos fue para el hijo de “La Bruja”. Por eso, el abrazo entre padre e hijo casi estremece los cimientos de la casa.
Se había completado el circuito y la felicidad se hizo total. La brujería familiar no se borrará jamás de la historia “pincha” y habrá que sumar otra escoba.




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FÚTBOL INTERNACIONAL
Verón, el líder
Una mirada diferente sobre un jugador distinto: el capitán de Estudiantes
Por: Hugo Asch
Todavía recuerdo a la dirigente argentina Norma Kennedy en los años 60, con los ojos en blanco y mirando hacia lo alto antes de pronunciar teatralmente “mi Líder”, cada vez que se refería a Perón. Esos liderazgos tan marcados no son tan sencillos de explicar racionalmente. Dependen mucho de la mística (mystikós: del griego, “cerrado, arcano, misterioso”) y se potencian gracias a una mutua seducción y convenientes dosis de ingenuidad. Si funciona la identificación, entonces el fenómeno se disparará, incontenible. La entrega será absoluta.
Un líder no necesita ser un gran hombre en términos de virtud. Ni siquiera requiere del talento, y mucho menos de la genialidad. El “Generalísimo” Francisco Franco fue un hombre pequeño, dicho esto en el mayor de los sentidos. Sin embargo, tuvo en un puño a España durante 40 años. El mérito, en estos casos, suele ser la audacia, una ciega determinación; la voluntad de poder. En “La dialéctica del amo y el esclavo”, Hegel define la historia como conflicto, una lucha entre conciencias deseantes que tratan de imponer su propio deseo sobre el deseo del otro. Un animal desea cosas y las consume. El hombre no; lo que quiere es someter al otro, apropiarse de su deseo. En esa batalla por el reconocimiento vencerá el que menos le tema a la muerte, el que no renuncie para sobrevivir. Ese es el límite. El deseo del amo —del líder— siempre será superior a sus miedos.
No es tan fácil distinguir entre un líder —Passarella, por ejemplo— y un entusiasta con carácter, como Ruggeri. En el Estudiantes de los años 60, Bilardo y Pachamé eran partisanos levantados en armas para sostener a su vanguardia: el exótico Poletti, el aristocrático Madero, el letal Verón. Papá Verón era pura virtud, no un líder. Su hijo es otra cosa. De él hablaré ahora. Juan Sebastián Verón; en mi opinión, la aparición más imponente en términos de liderazgo de la década.
Cuando debutó en Primera, lo imaginé rápidamente aniquilado por la sombra implacable de la gloria paterna. Me equivoqué feo. Desgarbado, con la cabeza afeitada y esas piernas largas, trotaba con extraña seducción sin que uno entendiera bien de qué diablos jugaba. Le pegaba, eso sí, como los dioses. Su padre era gris fuera de la cancha, él no. Brilló desde el primer día, por adhesión o por odio. Jugó en Europa, ganó millones, jamás quiso caer simpático y a los 31 volvió. Hoy ha ganado la copa que papá se llevó tres veces.
Podría detenerme en la claridad de su juego o en su pegada. Me quedo con lo intangible, aquello que irradia. La energía: ese circuito líder-equipo-tribuna que se realimenta en cada partido. Aquello que siente y que tanto agradece la multitud cuando uno de los suyos —quien mejor lleva su bandera— entrega todo por ellos: el sentirse parte. Verón juega de sí mismo y es más que la suma de sus virtudes. Ese chico no es líder por ser ganador. Hay más que eso. Sucede que con él —no “gracias a él”— su gente sintió restaurada cierta identidad perdida, o robada por los tiempos. Agresivo, pasional, muy audaz, contagió a toda una comunidad con su voraz apetito por hacer la historia. Esos tipos son los imprescindibles, digo yo, como alguna vez dijo el amigo Brecht. A uno así lo quiero siempre en mi equipo, señores. Al soberbio ese, sí; al insensato capaz de convencer a los suyos de que aquellos viejos sueños son todavía posibles, aquí y ahora.Diario “Perfil” de Argentina




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La Plata hace la felicidad
Por Juan Pablo Varsky Para LA NACION




Aldo Visconti no tendrá una filial de Estudiantes con su nombre. El delantero de Atlético de Rafaela no será el nuevo Javier Mazzoni. Hace 14 años, el atacante de Independiente arruinó una fiesta en el Bosque. Su gol le quitó a Gimnasia el título del Clausura 95 y se ganó el eterno reconocimiento pincha con una peña que, además, recuerda la fecha del "delito": 25 de junio. El domingo 12 de julio de 2009, el chaqueño Visconti estaba recorriendo el mismo camino que Mazzoni. Sus tres goles en Rafaela mandaban a Gimnasia a la "B". El sorprendente 0-3 de la ida cortaba veinticinco años de presencia ininterrumpida del Lobo en la máxima categoría. La formidable campaña de 55 puntos (9º en la general) había alcanzado para evitar el descenso directo, pero nadie esperaba semejante cachetazo en la Promoción. Pasó el primer tiempo sin goles. Hubo expulsados. A los 25m del segundo, seguían cero a cero. "¿Tendremos doble festejo como en 1995?", empezaron a preguntarse los hinchas de Estudiantes. Es que, mientras los triperos sufrían la derrota con el Rojo, ellos disfrutaban de la vuelta a Primera tras un año en la B Nacional con un equipazo que incluía a Prátola, Capria, Verón y Calderón.
Pasado mañana Estudiantes definirá la Copa Libertadores contra Cruzeiro en el Mineirão. Es el primer equipo argentino que no se llama Boca Juniors en llegar a la final del torneo desde el River campeón ’96. Y el primer equipo sudamericano que protagoniza las dos finales continentales de la misma temporada. No es un suceso. Es la consecuencia de un proceso. Hace cinco años que viene sembrando. Con Reinaldo Merlo en el banco, peleó el Apertura ’04 y el Clausura ’05. Ya se destacaban los productos del vivero como Angeleri, Sosa, Pavone, Leandro Benítez y Carrusca. Fue contratado Rodrigo Braña. Se clasificó para la Libertadores 2006 tras 23 años de ausencia. Para el gran acontecimiento, volvieron al club Alayes y Calderón. Se sumó Diego Galván. Con la mística intacta, el equipo dirigido por Burruchaga transformó un 0-3 en 4-3 contra Sporting Cristal en la cancha de Quilmes.
Inhabilitado el estadio de 1 y 57, todavía eran tiempos de fobia y desprecio hacia el Provincial Ciudad de La Plata. Alemania 2006 obligó a un desarrollo desdoblado. Entre la ida y la vuelta por los cuartos de final, pasaron muchas cosas además del Mundial. La salida de Burruchaga, la contratación de Simeone y el regreso más esperado. El 5 de junio de 2006, Juan Sebastián Verón pisó nuevamente el country de City Bell como futbolista pincha.
Verón representa un caso único en el mundo: no hay ningún jugador que signifique y represente tanto para un club. Sebastián influye en todos los aspectos de la vida de Estudiantes. En el juego, en el vestuario, en los hinchas y en la dirigencia. Vale esta anécdota. Cuando Burru dirigía a Estudiantes, al preparador físico Antonio Mércuri le llegó un correo electrónico con una detallada descripción del nuevo gimnasio para la concentración. La Pinetina, lugar de concentración de Internazionale de Milán, había inspirado al remitente. En el mensaje, le preguntaba al profesor si el nuevo equipamiento ofrecía todas las comodidades que él necesitaba. Asombrado por la imponencia del proyecto, Mércuri respondió que todo estaba perfecto. Semanas más tarde, un barco trajo al país todas las máquinas, luego instaladas en City Bell. El gimnasio es modélico, de última generación. ¿Quién tuvo la idea, puso el dinero y escribió el mail? Juan Sebastián Verón.
No pudo jugar aquella Copa de 2006 porque Estudiantes se quedó afuera por penales en el Morumbí de São Paulo post-Alemania 2006. Su regreso se produjo en el Apertura ’06, que terminó con la vuelta olímpica en la cancha de Vélez. Con Andújar en el arco, el equipo ya utilizaba su actual fortaleza, donde sólo perdió tres partidos en tres años. Contra Boca por el Clausura ’07, contra Inter de Porto Alegre en la final de la Sudamericana ’08 y ante Vélez en este Clausura ’09.
El calendario anterior lo hizo esperar 14 meses para jugar la Copa como campeón argentino. En el larguísimo ínterin, se fueron Pavone, Sosa y Simeone. Llegaron Desábato, Salgueiro, Pérez, Díaz y Sensini como nuevo entrenador. El campeón Liga de Quito lo eliminó en los octavos de final de la Libertadores 2008. Una interna directiva se cargó a Julio Alegre, vicepresidente del club, hombre fuerte del Departamento de Selecciones Nacionales en la AFA pero… enfrentado con el prócer Verón. Las elecciones consagraron como nuevo presidente a Rubén Filipas. El club invirtió en las contrataciones de Ré, Boselli y Gata Fernández.
Ya en la actual temporada, Sensini renunció y le dejó el cargo a Leonardo Astrada. El productivo reemplazo le permitió a Estudiantes jugar la final de la Sudamericana y clasificarse para la primera fase de la Libertadores 2009. Pero un mal bimestre febrero-marzo dejó sin trabajo al ex técnico de River. Tras cinco años y cinco entrenadores sin pasado en el club (el último había sido Bilardo en 2004), la CD decidió confiar en Alejandro Sabella, el cuarto DT pincha en 14 meses y el tercero de esta temporada. Para su primera experiencia como líder de grupo, Sabella armó un cuerpo técnico bien casero con ayudantes como Camino y Gugnali, dos luchadores en los ochenta de Bilardo y Manera. "Quiero un equipo corto y agresivo", dijo en su presentación. Debutó contra Deportivo Quito y esa misma noche encontró a su elenco estable. De aquellos once, nueve disputarán la final de pasado mañana. Sólo se la pierden los lastimados Angeleri y Alayes, reemplazados por Ré y Schiavi.
El Pincha buscará en Brasil la última perla del collar. Es fascinante ver la comunión entre tres generaciones exitosas del club. De la Bruja a la Brujita, pasando por Bilardo, Sabella y Calderón. Mientras tanto, Malbernat recuerda a Zubeldía y a los Profesores de los años treinta. Ahí está la mística, ahí está el secreto. Ni una crisis directiva, ni las frustraciones deportivas, ni un carrusel de entrenadores pudieron frenar a Estudiantes. Cuando hay un plan y está el convencimiento para ejecutarlo, el proceso es imparable.
Pero el fútbol también ofrece sucesos. Unicos e incomparables. A los 27m del segundo tiempo, Diego Alonso marcó el gol más difícil, el primero. Al igual que Messera, Sosa, González y Romero, el uruguayo regresó al Lobo para salvarlo del descenso. Para hacer realidad ese pedido en forma de bandera: jueguen como hinchas. Gastón Sessa cumplió con su sueño de atajar en ese arco. Chicos del club como Cuevas y Rinaudo aportaron su valentía. Cuevas empezó a gambetear y a tirar centros para las torres Sosa y Alonso.
Leonardo Madelón puso a Franco Niell como cuarto delantero para que desbordara por la derecha. Pero Niell, que mide 162 centímetros, metió diagonales platenses, cabeceó magistralmente dos centros cruzados y entró en la historia de un club sufrido que ayer celebró su propio campeonato. Había empezado la temporada en descenso directo. Pero en la 9ª fecha del Apertura, tras la derrota en el clásico y la renuncia de Sanguinetti, llegó Madelón. No ganó títulos como Ischia y Gareca. No sacó tantos puntos como Zubeldía, de excelente temporada debut. Pero, por semejante logro, para mí ha sido el mejor DT de la 2008-2009. Festeja Gimnasia, el club de los sucesos y de la pasión a prueba de desencantos. Ojalá pasado mañana celebre Estudiantes, el club de los procesos y de la mística de los grandes éxitos. Hoy están todos contentos.
Es cierto: La Plata hace la felicidad. Mientras tanto, en Rafaela, el pobre Visconti se pregunta por qué el fútbol es tan injusto que lo dejó sin Primera... y sin filial.




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