lunes, 21 de noviembre de 2011

Ricardo Vasquez Kunze y 3 grandes articulos...

3 Articulos Extraordinarios de Vasquez Kunze, uno sobre la derecha Peruana, otro sobre Napoleon y la revolucion francesa y otro sobre el cardenal Richelie....
Este analista politico tiene harto conocimiento de los temas que escribe, que siga asi, que no se pierna ni diluya en cachedones a mocosos en "su" parque... Que no me hable de trivialidades como protocolos para atender a reyes y principes...
Mucha neurona para ese tipo de cosas, En cambio cuando me habla de actualidad o toma el pasado como base para un articulo, es irremplazable...
Que siga x esa senda.

Ramon.


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Centro



Autor: Ricardo Vásquez Kunze

Este último viernes fue condecorado en Palacio de Gobierno el líder histórico del PPC, Luis Bedoya Reyes. La Orden del Sol en el grado de Gran Cruz, la máxima distinción de la República, le fue otorgada como reconocimiento a su vida política. Más allá de los merecimientos propios del caso, la distinción a un líder estigmatizado en su momento como el “campeón de la derecha”, cuando hasta el socialcristianismo era de derecha en un país sectarizado, nos demuestra que el Perú ha cambiado profundamente. Máxime si quien otorgó la distinción es un presidente nacido mayoritariamente del voto de izquierda.

Llama la atención por eso mismo que el penoso papel que tuvo la izquierda de los 70 y 80 del siglo de mi niñez y juventud, lo tenga ahora un sector de derecha sin partidos pero con muchos micrófonos y pantalla. Porque si la izquierda parece haber evolucionado, la derecha no. Enfrascados en una oposición sectaria contra el ala izquierda del gobierno más allá de la legítima crítica, esta derecha sin responsables políticos pretende desaparecer del gabinete a quienes, como izquierda, no representan peligro alguno para la democracia, las libertades públicas ni el estado de derecho.

No es en el gabinete donde están los intransigentes ideológicos del puño en alto. Esos están en la calle. Por eso mismo es importante que la izquierda leal al sistema constitucional esté representada en el gobierno, subordinada al liderazgo presidencial que en esta última semana ha puesto las cosas claras. Si de aislar al extremismo se trata, este es el mejor camino para que este quede a merced de la ley y el orden y no se ampare bajo ningún paraguas “político”.

Queda pendiente cómo aislar al extremismo de derecha, tan peligroso como el de izquierda. Acaso la distinción a Bedoya Reyes pueda contribuir a ello. Sería el mejor legado de un líder y de un partido que han demostrado lealtad en la oposición y eficacia en el gobierno.

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La ley y el orden



Autor: Ricardo Vásquez Kunze

Musiquita de la Ley y el Orden) París. 13 Vendimiario, Año IV (5 de octubre, 1795). En el frontis de la iglesia de Saint Roche, en la rue Saint Honoré, la revolución se juega la cabeza. Una revuelta general ha estallado contra la Convención. Los realistas la lideran. La Asamblea Nacional está sitiada por la turba armada. Asustados, todos pierden el control de los nervios, menos Barras, el futuro Director. Este hace llamar a un general decidido: Bonaparte. Tiene apenas 26 años. No vacila. La ley está de su lado y el orden es su responsabilidad. Los impone. Los facciosos se refugian en la iglesia. A cañonazo limpio los hace salir y se acaba la revuelta.

(IDEM) París. 10 de agosto, 1792. Palacio de las Tullerías. La monarquía y la revolución miden fuerzas por última vez. Diez mil marselleses son traídos para asaltar el palacio. María Antonieta reclama el uso de la fuerza armada. Luis XVI vacila. Afuera, confundido entre los curiosos que no tienen nada que hacer, un joven teniente calcula las posibilidades de los contendores. Concluye que la Guardia Suiza tiene todas para aplastar a los revolucionarios. Estalla el asalto. El rey huye de su palacio. Se refugia en la Asamblea. Los suizos, que venían poniendo a raya a los insurrectos, se desconciertan. En el apuro el rey no da orden alguna. Los suizos son masacrados. La monarquía cae esa misma noche. El joven teniente reflexiona: “Unos cuantos cañonazos del rey y los revoltosos todavía estarían corriendo”. Tres años después Bonaparte no olvidaría sus propias reflexiones.

(IDEM) Andahuaylas. 10 de Noviembre, 2011. No importa de qué régimen se trate, si revolucionario o reaccionario. El principio político es el mismo. Cuando una turba hace correr a los ministros ha llegado la hora de imponer la ley y el orden. Eso es lo primero antes que nada. De ello dependerá el epílogo del gobierno: el de la iglesia de Saint Roche o el de las Tullerías

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Política | Lun. 19 sep '11

Las lecciones del cardenal



Autor: Ricardo Vásquez Kunze

En 1629, el emperador de Austria, Fernando II, se encontraba a un paso de reconstruir, junto a su primo español, la Europa cristiana. Las Guerras de Religión del siglo XVI habían dividido la unidad europea en un conflicto a muerte entre protestantes y católicos. Estos últimos, liderados por una misma casa en Austria y España, estaban a punto de darle la estocada final a la Reforma. El catolicismo volvería a ser la religión oficial de Europa. Y Austria y España sus garantes. Sin embargo, lo que ya se daba por descontado, fracasó. La oposición a este colosal proyecto de unidad “ideológica” vino del lado menos pensado. De un cardenal: Richelieu.

Siendo Richelieu un Príncipe de la Iglesia, lo natural hubiera sido que apoyara sin reservas los planes políticos para una Europa reunificada bajo el catolicismo. En términos ideológicos modernos, eso era lo que se esperaría de él. Sin embargo, el cardenal, antes que Príncipe de la Iglesia era primer ministro de Luis XIII, rey de Francia. Y tenía muy claro que en esa reunificación a Francia le tocaba un papel de segundona a la sombra de Austria y España. Así pues, se dispuso con toda su energía arruinar un proyecto que no le convenía a los intereses de su patria. Contrató a sueldo al campeón del protestantismo europeo, el rey Gustavo Adolfo de Suecia. Cinco toneladas de oro sellaron la alianza entre el cardenal y el joven genio militar protestante.

El resto es historia conocida. Gustavo Adolfo asoló Europa durante dos años, hasta que murió en batalla y Austria, al borde del colapso, se salvó. Más no Europa. Quedó dividida entre católicos y protestantes y de entre ellos Francia surgió como la gran potencia que hasta hoy todos conocemos. Ni Austria ni España llegaron a recuperarse nunca de ese compromiso ideológico que los llevó a la decadencia.

Así, en diplomacia lo único que debe contar son los intereses de los Estados. Si el interés de un país está en ser aliado del diablo para prevalecer o procurarse una mejor situación de poder en el mundo regional o global, pues tal alianza debe ser hecha. Y los agentes diplomáticos de un país, oficiales y oficiosos, tampoco deben ser medidos con varas ideológicas.

Exigir la expulsión de un embajador extranjero desubicado que se sale de sus funciones luego de ser amonestado por el anfitrión como corresponde, es demagogia barata y prejuicio ideológico. La regla de oro es siempre no empeorar las cosas con un país vecino si esto es posible. Precisamente el embajador lenguaraz es el mejor ejemplo de por qué ideología y diplomacia son malas compañeras.

Y las lecciones del cardenal todavía valen hoy, sobre todo para los “cancilleres” de la prensa y los “diplomáticos” del Congreso.

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