miércoles, 2 de enero de 2013

Liberalismo...

comparto dos artículos Escensiales en el tema del liberalismo y que quita muchas dudas.
el socialismo le está echando la culpa al capitalismo y la verdad que no es así... escucho a gente muy buena como Giacosa pontificar contra la globalizacion, y tambien contra los recortes que se dan en Europa, sobre todo en España donde gente que recibía una pensión mas o menos justa ahora tendrá que sobrevivir con quinientos y pico euros... lo cual no es sostenible..

Muchos liberales se quedaron sin palabras despues del 2008, es mas Leopoldo Abadía decía: si nos pasa esto a los chicos astutos, entonces algo estuvo mal.

El problema es que las instituciones fallaron y los falsos Liberales, o aquellos que solo contemplan el Liberalismo Económico por encima del principal, el liberalismo Político, es decir el dinero que va a pocas manos en lugar de proteger al individuo, es lo que precisamente lo destruye. Falló el estado, falló la autoregulación, se hizo una canallada, donde productos financieros basuras en uno u otro momento quebraron y de degeneró en un problema global.

Eso es una cosa, el problema de fondo es el HIJO del liberalismo Económico por encima de todas las cosas: El consumismo, el comprar por comprar...el gastar por gastar... El hacer que la felicidad dependa de lo que tienes en la billetera... Y ahí otra vez fallamos porque lo que nació en un principío para la superacion del ser humano: La libertad sin límites del individuo, es lo que lo arrastra a ser esclavo del consumismo, y a una subcultura terriblemente marcada por el bajo nivel, la superficialidad y la famosa Civilizacion del espectaculo,  gran ensayo de Mario Vargas Llosa.

Es por esto que los extremos legales de cada bando: Izquierda y derecha, se endilgan adjetivos muchas veces irreales: Neoliberal, caviar... veo en  ambos posiciones irreconciliables, unos abogan por el continuismo del Liberalismo Economico (sin aceptarlo) y los otros heridos por toda su debacle noventera: quieren el retorno del mas puro izquierdismo... aquel que tiene miedo a la palabra factibilidad economica.

Dejenme confesarles que lo ha pasado ha sido muy grave. Desde el 2008 hemos estados tan confundidos... Que es bueno saber que algunas voces nos aclaran el panorama... desde el libertario Chomnky, pasando por Abadia, y como no, en gente como Manrique o Vargas Llosa...

Ciao.

Ramon.

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Liberalismo y pseudoliberalismo

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A muchos liberales les desagrada reconocer como parientes ideológicos a otros que reclaman para sí la misma denominación. Esto es normal, porque ahora es de buen tono proclamarse “liberal” –como lo era llamarse “marxista” en los años setenta–, y se puede suscribir idearios que van desde el anarquismo hasta el autoritarismo más extremo, todo en nombre del liberalismo.
Tampoco esto es nuevo, pues siempre que uno suscriba una ideología con cierto impacto social inevitablemente encontrará en el vecindario a fulanos impresentables, como Pol Pot y Abimael Guzmán para los marxistas, o Torquemada y sus epígonos nacionales para los católicos. De allí vienen las descalificaciones y el problema es siempre quién tiene la autoridad para calificar lo “auténtico” y lo “falso”.
Afirmé que, contra lo que muchos creen, ser liberal no es necesariamente ser amigo de la democracia política y social, pues hay liberales que asumen la desigualdad entre los humanos como natural y condenan como un atentado contra la libertad (especialmente la económica) cualquier intervención que intente combatirla. Por otra parte, no se suele distinguir entre el liberalismo económico y el liberalismo político, lo cual tiene importantes consecuencias.
Norberto Bobbio –uno de los más grandes teóricos del liberalismo– apuntaba agudamente que el liberalismo económico y el liberalismo político son distintos desde sus orígenes, porque sus objetivos son diferentes. El liberalismo económico nació asumiendo la defensa de la libertad de mercado. En cambio, el liberalismo político definió como su razón de ser la defensa del individuo, amenazado por el siempre creciente poder del Estado. Su objetivo fundamental fue entonces la defensa de los derechos de los ciudadanos.
Siendo sus objetivos claramente distintos, liberalismo económico y liberalismo político no siempre estuvieron juntos. Como Bobbio muestra, grandes liberales políticos, como Rousseau, eran profundamente hostiles al liberalismo económico (en esa época denominado librecambismo), porque al profundizar la desigualdad económica entre los individuos éste termina constituyendo una amenaza para la democracia.
A su vez, liberales económicos militantes, como Hobbes, eran profundamente autoritarios en lo político y se sentirían perfectamente cómodos obedeciendo a regímenes represivos capaces de arrasar los derechos ciudadanos que el liberalismo político defiende, siempre que la libertad de comercio estuviera asegurada. Se entiende entonces por qué hoy personajes que se llaman a sí mismos “liberales” defienden los regímenes de Alberto Fujimori y Augusto Pinochet.
Hoy es fácil constatar que muchos fanáticos liberales económicos, ardientes defensores de la libertad de mercado, son absolutamente autoritarios en lo político y se lucen como entusiastas promotores de las medidas represivas para imponer el libre mercado. Esto es parte de la historia mundial contemporánea. Los ajustes estructurales impulsados durante las tres últimas décadas por los liberales económicos (conocidos en la jerga política como “neoliberales”, e impuestos por organismos multilaterales bajo el control norteamericano, como el FMI y el Banco Mundial), como la privatización de las empresas públicas, la eliminación de los controles a los capitales extranjeros y la apertura de los mercados nacionales, suponen, entre otras cosas, destruir derechos fundamentales que los trabajadores conquistaron a costa de duras luchas durante el siglo XX: derecho al trabajo, jornada de 8 horas, salarios dignos, estabilidad laboral, seguridad social, etc. Como es natural, éstos no van a renunciar a sus conquistas sociales sin luchar. De allí que el neoliberalismo vea a la democracia como un enemigo del cual es necesario desembarazarse.
Una ideología muy extendida sostiene que el liberalismo económico y el político están indisolublemente asociados, porque la libertad de mercado da a los consumidores la posibilidad de elección, y la libertad es precisamente la capacidad de escoger. Esto es pura ideología, primero porque la vida es bastante más que la economía y en segundo lugar porque en la economía de mercado sólo disfrutan de la libertad de elegir quienes tienen dinero para comprar. Donde la mayoría de la población es pobre pocos pueden ejercen semejante libertad.
El mercado libre se ha impuesto en el mundo a través del autoritarismo y no extendiendo la democracia, como lo atestigua la imposición de los ajustes neoliberales. Esto es historia presente, hoy, en Europa.
A pesar de todo, un Muy Feliz 2013.-----------------

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Ideas for life

El señor ha querido dar la entrevista en la playa, frente al mar, sentado sobre una roca. Anhela los días nublados pero el sol trata de conspirar sorpresivamente contra sus gustos de invierno. Se ha sacado los zapatos y las medias y tiene remangado su pantalón caqui de algodón. Camisa celeste y blazer azul, parece muy feliz de ser un lunar entre tantos tablistas que entran y salen del mar. Ricardo Vásquez Kunze, el columnista y asesor político de derecha se ha negado por anticipado a hablarnos de la coyuntura que nos interesa porque a él no le interesa. Me aburre, nos dice. Si quiere hacerme una entrevista hágala sobre mis ideas. Yo soy más interesante que la coyuntura, sonríe. Poder, liberalismo, socialismo, estatismo, derechos y desigualdades son el plato fuerte de lo que quiere hablar. Aceptamos a riesgo de no publicarle nada. Se encoje de hombros y me dice: “francamente, mi amiga, me importa un bledo. Total, qué mejor forma de perder el tiempo que en la playa”. Observa un cangrejo y lo aleja con el pie. Me mira fijamente y me dice: ¿Podemos comenzar?
Periodista: A usted lo reconocen como un hombre de derecha pero con una vocación dialogante incluso con la izquierda, lo que lo haría una suerte de representante de una “derecha progresista”. ¿Se puede ser de derecha y progresista? ¿No es eso una contradicción en los términos?
RVK: Eso depende de lo que entienda usted por progreso.
Periodista: Entonces, empecemos por lo primero: ¿qué es para usted ser de derecha?
RVK: No creer en la igualdad. Eso es lo que define en esencia a alguien de derecha.
Periodista: ¿No creer en la igualdad? ¿No cree usted que todos los hombres somos iguales?
RVK: No. Ni los hombres ni las mujeres. Nadie es igual a nadie y nadie debería serlo.
Periodista: Pero no estamos hablando acá de una igualdad biológica sino de una igualdad de derechos.
RVK: Sí, precisamente a esa igualdad me estoy refiriendo porque entiendo que ese es el sentido de su pregunta.
Periodista: ¿Usted no cree en la igualdad de derechos?
RVK: No.
Periodista: ¿No?
RVK: Desde que no todos somos moral ni espiritualmente iguales, no todos deberíamos ser iguales en derechos. Serlo en derechos bajo las premisas de una desigualdad moral y espiritual me parece absolutamente injusto, sobre todo tratándose del derecho que tiene por fin servir a la justicia.
Periodista: ¿Le parece justo que alguien más dotado intelectualmente tenga más derechos que alguien que no lo sea?
RVK: Lo que me parece es que quien tiene mejores calidades morales y espirituales debe tener en consonancia mejores derechos y más deberes.
Periodista: ¿Pero quién define quién es moral y espiritualmente superior a quién?
RVK: En el fondo cualquiera puede creerse “gente de bien”. Pero en la realidad “tus actos son los que te definen.” Esa es la regla para saber quién es moral y espiritualmente superior y quién no. Y como ya le he dicho, los derechos deben ir en consonancia para que haya justicia.
Periodista: No me ha respondido.
RVK: Cualquiera que tenga sentido común y un alma honesta.
Periodista: Lo que usted señala es más teoría que práctica.
RVK: Yo le he respondido una pregunta de principios sobre la igualdad de derechos. Le recuerdo lo que decía De Gaulle: “No se hace política con utopías, sino con la realidad”.
Periodista: Pero aún tratándose de utopías, el hecho es que la igualdad de derechos es la base de la civilización moderna y de la convivencia pacífica, cómo alguien podría estar en contra de eso a no ser que sea un hombre salido de las cavernas.
RVK: ¿Le parece que yo estoy recién salido de las cavernas? Eso sí que es una utopía.
Periodista: Lo decía en sentido metafórico, como una alegoría de alguien que no cree en el progreso.
RVK: Claro que creo en el progreso, por eso creo en la desigualdad.
Periodista: ¿Cómo?
RVK: La desigualdad natural y la desigualdad de derechos es la madre del progreso. No hay progreso si no hay desigualdad. Es en el afán de superar un estado de desigualdad individual que el mundo progresa porque progresa el ser humano.
Periodista: Entonces usted reconoce que la igualdad es la meta final del hombre.
RVK: La meta final del hombre es siempre la superación, no la igualdad. Y la condición sine qua non de la superación será siempre la desigualdad.
Periodista: Esa es la fe capitalista.
RVK: El problema de nuestra era es que confunde el progreso humano con el progreso de la billetera.
Periodista: Pero eso es lo que usted apoya.
RVK: El capitalismo no está reñido con el progreso humano. Es nuestra era la que está reñida con ese progreso.
Periodista: ¿Nuestra era?
RVK: Sí, nuestra era. Los capitalistas decimonónicos y los del siglo pasado convertían el dinero en espíritu. El magnate Andrew Mellon, por poner un ejemplo de una norma de capitalistas de otra era, donó su colección de arte de toda la vida y varios millones de dólares para construir lo que hoy es la National Gallery, en Washington, el orgullo cultural de los Estados Unidos. El sentido del capitalismo era entonces enriquecerse para obtener poder, siendo que el poder más importante era el del espíritu.
Periodista: ¿Pero usted cree realmente que el capitalismo es un medio para un fin que no sea el dinero?
RVK: Sí, lo creo. El capitalismo siempre será un medio para un fin espiritual, que es el poder. Lo que sucede es que en nuestra era ese fin, o sea, el poder, se ha degradado.
Periodista: Se ha degradado porque el dinero lo degrada todo, según dicen los socialistas.
RVK: En efecto, eso es lo que dicen ellos –y también algunos románticos conservadores–. Yo digo, sin embargo, que los que han degradado el capitalismo son los socialistas, con las consecuencias de degradar sus fines.
Periodista: ¿Degradado en qué sentido? ¿El de haberlo combatido?
RVK: Sí, precisamente.
Periodista: ¿Cómo?
RVK: Inyectándole el virus de la igualdad. La igualdad es el ácido corrosivo de la calidad. No puede haber calidad posible con igualdad. En términos políticos la igualdad se expresa en la democratización. La democratización del capitalismo es la degradación del mismo porque pierde así su calidad. De ahí que sus fines espirituales se degraden y, en vez de un capitalista filántropo, tengamos a un capitalista cuyo norte de poder se convierte única y exclusivamente en manejar una 4×4. Eso, por supuesto, se irradia a toda la sociedad.
Periodista: ¿Pero qué tiene que ver el socialismo con todo eso?
RVK: Mucho.
Periodista: ¿Mucho como qué?
RVK: El capitalismo de la sociedad de consumo, propiamente dicho, nace en Norteamérica de la mano con el advenimiento del socialismo en la Rusia soviética, luego de la Primera Guerra Mundial, en los años 20 del siglo pasado. Es una competencia entre dos sistemas, el del estado socialista y el del Estado capitalista. El socialismo predica la igualdad en la repartición de la riqueza de la sociedad. En esa competencia el capitalismo hace eco del socialismo y se democratiza predicando a su vez que todos pueden hacerse ricos en una sociedad capitalista. Scott Fitzgerald lo retrata muy bien en El Gran Gatsby.
Periodista: ¿Pero que tiene Gatsby de socialista?
RVK: Todo. Porque el eje de la igualdad se traslada al capitalismo, degradándolo, como ya dije. La sociedad de consumo, de la que Gatsby es un heraldo –Gatsby regodeándose de todas las camisas que puede comprar–, regida por la igualdad, es decir por el credo de que todos podemos consumir porque todos podemos hacernos ricos para ello, es el principio por el cual se desfonda la calidad del capitalismo. Gatsby es la metáfora del hombre que es alguien por el dinero, es decir, del capitalista degradado.
Periodista: Pero el capitalismo democrático es un credo liberal. Esa es la revolución capitalista llevada al poder por Margaret Thatcher, a la que usted admira.
RVK: Sí, admiro a Thatcher. La admiro porque es una mujer política como pocos que nunca se dejó llevar por la corriente y que buscó su propio camino. La corriente en su momento era el socialismo que anquilosaba todo. Después de la Segunda Guerra Mundial el socialismo se instaló en el mundo libre como “estado de bienestar”. Hay que ver lo que era Inglaterra antes de Thatcher. Es que el socialismo, antes que el capitalismo degradado, es la primera víctima de su propia mediocridad. Es la falta de calidad en sí misma.
Periodista: ¿No hay una contradicción en lo que dice?
RVK: ¿Cuál?
Periodista: En la receta de Thatcher y los liberales contra el socialismo.
RVK: ¿Se refiere usted a la democratización del capitalismo?
Periodista: Sí.
RVK: El problema del capitalismo es que para tener calidad nunca puede jugar con las reglas igualitarias del socialismo. Como ya he referido ese capitalismo está condenado a hacer mucho dinero, muchos ricos, pero también muchos pobres de espíritu porque el fin del capitalismo baja al nivel más pedestre del consumismo en donde ser alguien es tener dinero para comprar cosas y nada más. A eso le llaman “calidad de vida”.
Periodista: Entonces, según usted, Thatcher y los liberales serían los grandes culpables de la degradación del capitalismo.
RVK: Pongámoslo al revés. Thatcher y los liberales fueron los responsables de la liquidación del socialismo puro y simple que como dije es, en esencia, la mediocridad. Eso ya es bastante. No se puede culpar a Thatcher y a los liberales de la degradación del capitalismo sobreviniente porque nadie es perfecto y porque la historia es un constante aprendizaje para no volver a cometer los mismos errores.
Periodista: ¿Cree que el liberalismo es un error?
RVK: Toda ideología, en tanto concepción del mundo, está sometida a prueba y, por lo tanto, a errores.
Periodista: ¿Cuál es el error del liberalismo?
RVK: Su enfoque económico.
Periodista: ¡Pero si ese es su buque insignia!
RVK: Un buque que hace agua por doquier. Si la libertad humana no es ilimitada, porque la limitan las leyes morales encarnadas en las normas jurídicas, no puede concebirse que la libertad económica que es una subespecie de la libertad humana lo sea. Ese es un dogma que como todo dogma es totalitario y debe ser combatido.
Periodista: ¿Usted no cree en el libre mercado?
RVK: El libre mercado y su doctrina del laissez faire han demostrado sus limitaciones con la crisis mundial de 2008 y sus secuelas de 2011 y 2012.  Ha sido la desregulación de los mercados financieros la que ha causado esta gran crisis mundial. Este hecho ha demostrado que los hombres puestos en libertad total para enriquecerse son capaces de las mayores irresponsabilidades y trapacerías que afectan a miles de millones de seres humanos porque la naturaleza del hombre es la del depredador. Dejar a un depredador suelto sin parámetro alguno es, a la larga, condenar a la sociedad a la catástrofe. Esa es la lección que debemos aprender.
Periodista: ¿Entonces para usted, como hombre de derecha, el liberalismo es una quimera?
RVK: El liberalismo no, su enfoque económico sí.
Periodista: ¿Pero cómo separar el uno del otro?
RVK: Precisamente no hay que separarlos, ése es el punto.
Periodista: ¿Qué?
RVK: La cultura de la libertad, que es el fundamento del liberalismo, tiene como condición sine qua non el imperio de la ley. La cultura de la libertad sólo puede producirse en un estado de derecho. Es ese estado el que fundamenta la libertad y la hace posible. No existe libertad sin leyes morales ni jurídicas porque sin leyes que resguarden la libertad esta se esfuma en lo que Hobbes describió acertadamente como la “guerra de todos contra todos”.  Así, toda actividad humana, entre ellas la economía y las finanzas, debe estar regulada en su libertad, siempre bajo la premisa de que es en bien de la propia libertad.
Periodista: Pero la regulación de la economía atenta contra esa libertad que usted defiende y no se diferencia mucho del socialismo que usted abomina.
RVK: No tiene nada de socialista que los hombres no se coman entre hombres en una guerra sin fin. Eso es simple sentido común de supervivencia de la especie. En economía y finanzas, cuando no se regula o la regulación no es más que una farsa, tenemos a un Bob Diamond, capitoste de Barclays, una de las firmas más antiguas del mercado financiero británico, que manipula el índice libor, que fija el precio mundial del dinero, para enriquecerse él y su pandilla. O a los que en Estados Unidos les fue permitido crear derivados financieros que ellos mismos confesaban que eran “mierda” para recomendárselos a sus clientes mientras apostaban en su contra en las compañías de seguros. Eso es la libertad sin frenos.
Periodista: ¿Y quién debe poner los frenos?
RVK: La política.
Periodista: ¿Está usted diciendo que prefiere la política a la “mano invisible” para regular el mercado?
RVK: En principio creo en la “mano invisible” como reguladora moral de los mercados. Pero la experiencia enseña que la “mano invisible” tiene sus limitaciones cuando se trata de regular mercados gigantescos como los financieros a escala global. Ese tipo de mercados, por sus características de poder mundial, se torna ingobernable por la “mano invisible”. Es allí cuando la teoría colisiona con la realidad y se necesita la mano visible del Estado.
Periodista: ¿Y por qué la “mano invisible” falla allí?
RVK: Falla porque ¿cuándo ha visto usted que con una mano se pueda gobernar el mundo? El mercado no es Dios, señorita. Y esa falla traerá como consecuencia el socialismo, el fascismo y la guerra.
Periodista: ¿Qué cosa?
RVK: La dimensión gigantesca de esos mercados hace que sus agentes tomen conciencia de que aplicarles la sanción que traería consigo la “mano invisible” por fracasar en el mercado, es decir, la quiebra, arrastraría al mundo a una misma situación. Entonces el costo de aplicarles la sanción de la “mano invisible” sería tan alto que el mundo quedaría descapitalizado. Eso significa la depresión mundial. Y para corregirla esos mismos agentes saben que se tendría que recurrir a políticas económicas socialistas, como la de los años 30 del siglo precedente. El keynesianismo es el mejor ejemplo de ello: reactivar la demanda deprimida por intervención del Estado. Porque no hay otra forma de que la demanda se reactive sola en una situación tal, salvo, claro está, con una guerra mundial promovida por el fascismo que es un escenario incluso peor que el socialismo.
Periodista: ¿Nos está usted diciendo que esos mercados gigantescos tienen impunidad para fracasar?
RVK: Esa es la conclusión que se sigue de los hechos históricos y a la que han llegado sus agentes. O el Estado los capitaliza, como sucedió en 2008, o quiebra el mundo. Y la quiebra del mundo trae como consecuencia el socialismo, el fascismo y la guerra. El meollo del asunto está, sin embargo, en que si se ha llegado a esa situación es porque se ha creído que la “mano invisible” puede regularlos. Esa es la razón por la que, en función de una teoría, se ha dejado en libertad a los capitalistas financieros para que operen sin control. Lo que yo estoy diciendo entonces es que no se los puede dejar con esa libertad y que la política a través del Estado debe regularlos, interviniendo.
Periodista: ¿Pero la intervención del Estado en la economía no es lo que pregona el socialismo?
RVK: El Estado siempre interviene en la economía porque es el que regula la sociedad a través de las leyes y la economía está regulada por las normas jurídicas. Incluso tratándose de una economía totalmente desregulada tendría que haber una ley del Estado que lo disponga así. Por lo tanto el Estado tiene que intervenir en ese sentido.
Periodista: No me refiero a eso sino a que la batuta de la economía la lleva el Estado.
RVK: Eso sí es socialismo. Pero que el Estado intervenga para regular un mercado especial como excepción al principio general de la “mano invisible” no es socialismo. Por el contrario, es el antídoto contra él y contra otras lacras peores. Está, en todo caso, enmarcado en la ley del costo- beneficio.
Periodista: Pero hay quienes dicen que es por culpa del intervencionismo estatal que se produjo la crisis de 2008 y sus secuelas al bajar la FED (Reserva Federal de los Estados Unidos) las tasas de interés a 0. Ello dio al mercado señales equivocadas…
(En este momento el entrevistado hace por primera vez una mueca de desprecio y detiene  mi pregunta con la mano)
RVK: Las señales equivocadas son las de aquellos que han dejado el liberalismo para convertirse al dogmatismo.
Periodista: Explíquese.
RVK: Es muy simple. Esa es la ley del embudo de la interpretación de algunos liberales dogmáticos sobre el origen de la crisis que nos agobia. Si el costo del dinero fue artificialmente abaratado por la intervención de la FED, no menos cierto es que el mismo Estado, en función de la doctrina del laissez faire, dispuso la desregulación total de los mercados financieros. Entonces no se puede criticar legítimamente la intervención de la FED y, por otra parte, hacerse los desentendidos con la desregulación decretada por ese mismo Estado para los mercados financieros y que durante años fue aplaudida por esos mismos liberales. Eso es un fraude intelectual. En último caso ellos estarían admitiendo que hay intervenciones “buenas” e intervenciones “malas”. Por lo tanto, su teoría de la “no intervención” estatal en la economía tendría excepciones. Y eso es precisamente lo que yo digo.
Periodista: ¿Esa es la única clase de excepción de intervención del Estado en la economía?
RVK: En principio debería serlo para quienes creemos en la libertad económica. Pero también está el tipo de intervención que amparan los socialcristianos cuando los privados no pueden o no les es rentable satisfacer una necesidad básica. Es el famoso rol subsidiario del Estado en las necesidades básicas de la economía.
Periodista: ¿Cree usted en eso?
RVK: La necesidad tiene cara de hereje y en su nombre se pueden cometer insensateces.
Periodista: ¿Y entonces cómo prevenir esas insensateces?
RVK: No eligiendo socialistas como autoridades públicas. Para los socialistas casi todo es necesario y, por lo tanto, el Estado debe intervenir en casi todo.
Periodista: ¿Y a quiénes deberíamos elegir entonces?
RVK: A quienes tengan bien claro que el Estado no es un generador de riqueza. Ahora bien, el Estado puede intervenir en actividades cuyas consecuencias pueden ser económicas pero cuyos fines no, como la distribución de riqueza que tanto gusta a los socialistas.
Periodista: ¿Cuáles fines?
RVK: Los de poder.
Periodista: ¿De poder? Pero ese es el pretexto para el origen de las empresas del Estado, de las “empresas estratégicas”.
RVK: No está mal que el Estado desarrolle empresas siempre y cuando éstas no tengan fines de mercado. El problema es que cuando hay un socialista en el poder cree que todo es “estratégico”.
Periodista: ¿Como qué empresas?
RVK: Como la NASA, por ejemplo.
Periodista: ¡La NASA!
RVK: Sí, la NASA. La NASA es el típico ejemplo de una gran empresa del Estado con fines de poder. El poder político de Estados Unidos en el mundo actual se debe –aparte de su economía, que hoy mengua– a su dominio del espacio. Y la carrera espacial la ganó Estados Unidos con una empresa (AGENCIA, le dicen ellos) del Estado.
Periodista: ¿Pero no le parece que el estatismo empresarial es peligroso?
RVK: No es peligroso para la economía cuando el fin de ese estatismo, como usted le llama, no es económico sino de poder. La prueba está en que la economía más capitalista del mundo no ve ningún problema en ello. Y una sociedad debe ser lo suficientemente solvente para darse ese lujo. Si no tenemos a una Corea del Norte y, antaño, una URSS.
Periodista: ¿Cuál es la diferencia entre un fin económico y un fin político?
RVK: En que el fin económico lo puede desarrollar cualquiera dentro del mercado y está muy bien que así sea. La iniciativa privada es el motor de la riqueza que es, a su vez, el norte de la economía.
Periodista: ¿Y el político?
RVK: Significa otorgarle soberanía política a un determinado Estado en el concierto internacional. Eso se llama poder. Un Estado próspero y rico como Singapur no tiene necesariamente una independencia política real en el mundo por más rico y prospero que sea. Es decir, no juega el super bowl. El general De Gaulle decía que conociendo a los franceses jamás se ocuparían sino de cosas plácidas como la comida, la moda, el lujo y el cabaret que eran económicamente rentables, pero que en términos de poder político no le daban ninguno a Francia. Por eso, remataba, el Estado debía hacerse cargo de ciertas cosas como la industria nuclear. Eso se llama hacer poderoso a un Estado. Y quienes financien ese poder serán la comida, la moda, el lujo y el cabaret. Por eso digo que las actividades de poder tienen consecuencias económicas.
Periodista: ¿Está usted insinuando que deberíamos construir una bomba atómica?
RVK: Yo no estoy insinuando nada, estoy haciendo un alcance general.
Periodista: ¿Pero deberíamos?
RVK: Ese no es el problema. El problema es si nos dejarían construirla. Lamentablemente nuestro Estado es extremadamente débil.
Periodista: ¿A usted parece que le gusta mucho el Estado?
RVK: Como decía Hegel, el Estado es la máxima realización del espíritu humano. Y yo agregaría: porque es donde la libertad puede desarrollarse plenamente.
Periodista: ¿Cree que toda empresa estatal es ineficiente?
RVK: Si la actividad a la que se dedica la puede desarrollar un privado, probablemente sí. Pero como le decía, cuando la actividad no tiene un fin económico sino de poder, no. La historia demuestra que son muy eficientes. Es más, sientan a veces las bases de la eficiencia económica y del desarrollo universal.
Periodista: ¿Qué?
RVK: El Internet es un invento del Estado. Lo creó el Ejército de los Estados Unidos de América con fines militares. Bueno, y ya vemos lo que significa hoy en la economía mundial.
Periodista: No entiendo luego de todo lo que me ha dicho por qué se lleva tan bien con la izquierda.
RVK: ¿Será porque soy un caballero?
Entonces Ricardo Vásquez Kunze me agradece con una sonrisa y me advierte que el sol ha desbordado todas sus expectativas. Es hora de irse, me dice. “La insolación no es un buen negocio para las ideas. De haber sabido que la playa se pondría así, hubiera traído mi ropa de baño y le hubiera dado la entrevista en el mar. Para otra vez será, pero –me mira de arriba abajo– ¿hace usted ejercicios?”




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