viernes, 2 de noviembre de 2012

Los Vándalos del Futbol Brasilero

No hablaré de Romario o Sócrates, pues estos eran unos campeones, hablo de los antiheroes.
Uno el viejo Heleno de Freitas, de quien se dice era mejor que la estrella de los 50s Cicinho, figura del subcampeon Brazil del 50 e ídolo del Rey Pelé. No era poco eh!

No pongo a Garrincha, porque si bien el ídolo acabo mal, fue dos veces campeon del mundo, Llegó hasta donde su talento tenia que llegar, no es un invento...

Y el otro, un crack de España 82, Eder.
Aqui les dejo su historia.
Ciao.
Ramon.

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Heleno de Freitas: Un jugador brillante ¡Que odiaba el fútbol!

En la historia del balompié, diversos han sido los protagonistas que lograron plasmar su nombre en la posteridad, imponiéndose incluso a la muerte misma, para permanecer en la retina hasta de quienes no pudieron contemplarlos en todo su esplendor.
Uno de ellos sin embargo, fue condenado al olvido, pese a que sobre el campo fue quizá uno de los más virtuosos exponentes de este deporte… con ustedes, Heleno de Freitas.
La historia de este mítico futbolista brasileño estuvo rodeada de todo tipo de excesos, perdonados por sus fieles seguidores quienes, con tal de verlo desplegar su talento sobre el campo, soportaban lo que sea. 
Licenciado en Derecho, Heleno era un tipo culto, elegante y muy bien educado, que curiosamente, una vez dentro de la cancha, se convertía en una bestia consumida por una insaciable sed de victoria.
Para muchos de sus biógrafos, Heleno odiaba el fútbol, lo único que buscaba era el reconocimiento de la afición de su equipo, de la de su país… de la del mundo.
Era pues un atacante en toda la extensión de la palabra. No solo por sus goles, sino porque muchos lo recuerdan insultando a los rivales, árbitros y hasta a sus compañeros de equipo, que debían soportar sin chistar todos sus reproches y agravios.
Máxima estrella del Botafogo, Heleno solía amanecer en las playas de Copacabana pegándole al balón en arduos partidos amateurs, para por la tarde, enfundarse la camiseta del club albinegro.
Las noches las recibía de blanco, su traje predilecto para cambiar goles por otro tipo de conquistas, erigiéndose también como un astro de las pistas de baile.
Para los amantes de la estadística, los números de Heleno hablan por sí solos: entre 1939 y 1948 jugó 235 partidos, marcando 206 goles ¡Un Animal!
Se entiende entonces por qué el alto mando del Botafogo accedía hacerse de la vista gorda ante cada pelea protagonizada por el crack, así como ante sus constantes ausencias a los entrenamientos, tras noches demasiado prolongadas.
Pese a ello, la historia dirá que debió salir de su amado equipo por la puerta falsa y sin poder conquistar un solo título. Curiosamente sus compañeros lograron tal gesta al año siguiente de su partida, cuando Heleno fue vendido a BOCA JUNIORS.
Pero al polémico artillero brasileño, llegar a un gigante continental, poco le importó, pasando con más pena que gloria por el cuadro Xeneize y debiendo pegar la vuelta a Río de Janeiro apenas algunos meses después de su arribo.
Rechazado por su propio equipo, pasó a filas del Vasco da Gama, club con el que conquistaría su único título del Campeonato Carioca, tras lo cual, el técnico Flávio Costa decidió bajarle el pulgar.
Pasó por Colombia para defender las sedas del Junior de Barranquilla, siendo seguido de cerca por un joven periodista llamado… Gabriel García Márquez ¡Mamita!
Heleno deleitó a los hinchas cafeteros y superó incluso a figuras de la talla de Alfredo Di Stéfano quien por aquel entonces era amo y señor en el Millonarios.
Tras ello decidió pegar la vuelta a Brasil, aunque no sería recibido precisamente con los brazos abiertos, todo lo contrario, el excéntrico atacante estuvo un año sin jugar, hasta que el America Football Club decidió darle una oportunidad… la última.
Pero no la aprovechó, todo lo contario. Enfermo de sífilis, su forma de ser se tornó insoportable. Su debut con el Mecão sería nada más y nada menos que ante el Botafogo y en el Maracaná, donde Uruguay se acababa de proclamar campeón mundial destruyendo las ilusiones del país anfitrión.
La historia dirá que en su primer y único partido en dicho escenario, el apodado ‘Príncipe maldito’, jugaría solo 25 minutos al ser expulsado por insultar a sus propios compañeros; abandonando el campo ante las pifias y burlas del público por su decadente forma física.
La vida de Heleno de Freitas es pues un claro ejemplo  de que,  por más grande que sea el talento, para alcanzar la gloria se necesita mucho más… ¿algún día en nuestro país lo entenderemos?
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Heleno de Freitas

Estamos en el mundo de lo fantástico; el folclórico Prancha, mixto de filósofo y técnico, se instalaba detrás de un mostrador de naranjas como si fuera un vendedor en la playa de Copacabana. Y lanzaba a cada niño una fruta. Según la reacción, separaba al crack del menos dotado. Heleno de Freitas, mineiro de 12 años, amortiguó la naranja en el muslo, la dejó caer en el pie, hizo malabarismos, la levantó a la cabeza, la trajo de vuelta al pie, pasando por un control de tacón. Y Neném vio que descubría el más fino, inventivo y el carácter más importante del País. Por eso, hasta su muerte, llevará en su cartera la foto de ese que se luciría como ninguno en el Botafogo de Futebol e Regatas - mucho más que el brillo fugitivo de la gloriosa estrella solitaria de club blanquinegro carioca.

Y es verdad. Heleno -nacido en São João Nepomuceno, el 12 de diciembre de 1920- vivía en Río en el 33. Se mudó la familia para la entonces capital de Brasil, cuando murió Oscar de Freitas, negociante de café, casado con Maria Rita y padre de ocho hijos. De ellos, sólo el quinto era difícil y atormentado. Eso, desde la escuela primaria y las divisiones inferiores del Mangueira, un modesto equipo del interior de Minas, donde este producto genioso de los Freitas fue "center-half".

Tras cinco años en el fútbol de playa, Heleno surgió de "half" en el Fluminense. Pero el técnico Carlomagno hizo de él un "center-forward". En la época, de Freitas era vendedor y estudiaba derecho en la Universidad del Estado de Río. Sin embargo, desde São João Nepomuceno, su corazón era blanquinegro y, sin dejar el Flu, entró en el Botafogo. Eso sólo fue posible porque dichos clubes actuaban en ligas distintas. Con la unificación de las competiciones, de Freitas se quedó en el Botafogo, que era el equipo de sus amigos de partidos de barrio y bohemia - como João Saldanha, uno de los hombres más dignos de la prensa, de la izquierda y del fútbol en Brasil. En el blanquinegro, Heleno representó el espíritu del pícaro romántico, transmitió alegría de vivir y no se enfadó con la bola - con ella, nunca, era imposible, jamás...

En 1940, fue el delantero centro botafoguense de la gira a México y del Campeonato Carioca. En el mundo, exhibía creatividad, valentía y técnica. Además, en cualquier lugar los rasgos de su belleza, su elegancia y su inteligencia seducían a las féminas. Ligón como el diablo, hacía el amor con cualquier raza o clase, blanquinegra o no. En el Botafogo, obsesivo, quiso siempre ser campeón. Pero hasta 1947 (su último año en el club), el único título que obtuvo fue el de bachiller en derecho - diploma inútil para Heleno de Freitas, sin gusto para abogar, ser comisario de policía, promotor o juez.

En el 45, para la seleção, jugó el Sudamericano en Chile, del cual salió pichichi. Al año siguiente, en Buenos Aires, dio un recital en otro Sudamericano. Y se enfadó con el técnico Flávio Costa en los vestuarios, donde el equipo estaba refugiado para evitar una batalla con los porteños. A pesar de las hostilidades, Flávio exigió la vuelta al juego. El bravo Heleno avisó que era temerario, pues quizás saldrían incapacitados. Y esta hipótesis, añadió de Freitas, no se aplicaba a él, que tenía de que vivir - en lo que recibió apoyo del extremo Chico. Todavía, irreductible, el técnico impuso la vuelta. Y pimba: batalla campal general. En la lucha, los que más recibieron - y dieron - fueron Heleno y Chico, lo que al final acreditaba la tesis sensata del botafoguense sobre el refugio del vestuario. Así perdió Brasil, en el marcador y en el mano a mano. Y el delantero centro, infeliz, se ganó la eterna enemistad del entrenador Flávio Costa.

Con la rabia que demostró en Argentina, quedó claro que Heleno estaba enfermo. Y ninguno sabía que era de sífilis cerebral, asociada a un carácter difícil. La enfermedad le enfrentaba con dirigentes, compañeros, adversarios o árbitros. Y las expulsiones perjudicaban al club. Peor, la hinchada contraria descubrió como irritarlo, llamándole Gilda - personaje sensual y neurótico de Rita Hayworth en el cine. Entonces, sólo quedo la propuesta del Boca Juniors, en 1948: comprarlo por un puñado de dólares. Eso dañaría tanto al club como al crack, que como Dios y diablo, se amaban tanto, freudiana y dialécticamente prisioneros uno de otro... Este año, Nilton Santos daba los primeros pases en el Botafogo. Y Heleno se casó con Hilma, hija de diplomática, amiga del poeta Vinícius de Moraes. Éste, dedicó al novio "Poema dos Olhos da Amada" - obra que sería perenne con la voz del cantante Sílvio Caldas. En aquella época, entristecido, el fútbol brasileño entendió que Heleno de Freitas, tan íntimo con la bola, jamás se entendería con los hombres.

En Buenos Aires, la tormenta psíquica le separó de su mujer embarazada. Y sin él, el Botafogo conseguía el título del 48. No aguantando, Heleno se fue al Vasco a principios del 49. En São Januário, se proclamó campeón por única vez en su carrera. Vivió en paz hasta que en un entrenamiento colectivo, salió del campo enfurecido: "Estos dos (apunto Maneca e Ipojucan) no me pasan la bola porque no quieren. Aquellos dos (señaló a Nestor y Mario) no me la pasan porque no saben. No tengo nada que hacer aquí". Más tarde, discutiendo con Flávio Costa, lo amenazó con una arma descargada. Fue suficiente para que el Vasco lo liberara para el Atlético de Barranquilla, de Colombia, donde jugaban Tim y otras estrellas.

Allí, fue tema del escritor Gabriel García Márquez y hasta estatua. Pero vivía arruinado por dentro, las neuronas en pedazos, mal consigo mismo y con el mundo. Volvió y pasó rápido por el Santos y el América carioca. En este, contra el São Cristóvão en el Maracanã, que pisaría sólo esta vez, salió expulsado en el primer tiempo. Y el 15 de noviembre de 1951, la extinta revista Esporte Ilustrado, lo clavó en la portada. Su imagen, con camisa americana, era la de un hombre hinchado y feo, nada que ver con el otrora bello galán, seductor de mujeres. Nada que ver con el atacante que quedará en las memorias agridulces de Brasil.

En 1953, la familia lo internó en la ciudad mineira de Barbacena, donde un amigo suyo era médico en una casa de salud. Al principio, el sifilítico se precipitó en las tinieblas insondables de la locura. Después, una revista lo mostraría en pijama, obeso y triste. Por fin, sólo como un navío sin puerto y sin condiciones mentales para pedir un sacerdote, murió el 8 de noviembre de 1959. Eso sin saber que el País venciera en Suecia. Sin saber que sería película (Heleno, de Gilberto Macedo) u obra de teatro (Heleno-Gilda, de Edilberto Coutinho). Y sin tiempo para leer esto de Armando Nogueira: "El fútbol, fuente de mis angustias y alegrías, me reveló a Heleno de Freitas, la personalidad más dramática que conocí en los estadios de ese mundo".
Fuente: Antonio Falcao





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der: técnica e indisciplina

Principiante en el arte literario, el francés Victor Hugo (1802-1885) dijo, lleno de esperanzas: "Yo quiero ser Chateaubriand o nada". Hugo consideraba su compatriota François René Chateaubriand (1768-1848) como la referencia de las letras. O, quizás, su ídolo. Resultado: luego, el escritor de "Los miserables" superaría su referente artístico. Y hoy es uno de los mayores nombres de la literatura universal.

También en el arte de jugar al fútbol, aconteció algo parecido. Y con el mineiro Éder Aleixo de Assis, de Vespasiano -ciudad de la región metropolitana de Belo Horizonte-, donde nació el 25 de mayo de 1957. En los innumerables partidillos de su infancia, imitaba la destreza que demostraba con la bola su paisano Buião -un buen extremo derecho del Clube Atlético Mineiro. Como veremos después, Éder, por la izquierda, fue uno de los mejores extremos de todos los tiempos, a años luz de habilidad frente a Buião. Eso se percibiría en él en cuanto llegó a los 14 años al América de Minas Gerais, llevando una bomba en la pierna izquierda y la increíble facilidad de poner el balón donde quería. En el club blanco y verde de Minas Gerais, Éder se estrenó en 1976 con los profesionales. Y solamente con jugar contra el Grêmio -en la época, entrenado por el brillante Telê Santana- confirmó ser uno de los más precisos tiradores de faltas del país. En ese partido, encargado de ejecutar una falta en medio campo, la pelota, obediente a su disparo letal se anidó en las redes del tricolor de Porto Alegre. Telê no tuvo otro remedio que pedir a la directiva del Grêmio de llevárselo para el Rio Grande do Sul, cuanto antes.

A partir de 1977, el gremista Éder pasó a ser una amenaza para los porteros del Internacional -el famoso equipo Colorado, archienemigo del tricolor. Tanto que hizo para el Grêmio seis goles en 6 encuentros con el Inter. Y no sólo propició al club el título de campeón gaucho de 1977, sino que repitió en 1979. Desde aquí, el exuberante fútbol de Éder lo llevaría a la seleçãobrasileña en mayo de ese año, cuando ganó a Paraguay por 6 a 0, marcando el extremo gremista uno de los tantos. Entonces, ya era pretendido por clubes nacionales y extranjeros. Sin embargo fue el Atlético Mineiro que lo adquirió a través de un cambio con el medio Paulo Isidoro. Evidentemente, la transacción fue facilitada porque Éder era un fanático del Atlético desde la infancia. Es así que el atacante de disparo potente, que ya tenía el mote de "la Bomba", volvió a su tierra -donde sería el "Cañón Mineiro". Y lo hizo para vivir la fase más bonita, prometedora y polémica de su animada carrera de jugador profesional.

En Belo Horizonte, guapo e incorregible seductor, atraía a las mujeres. Después de los entrenamientos o partidos, frecuentaba discos y bares nocturnos. A parte de las chicas, su vida bohemia fue objeto de la atención de la prensa. Pero Éder supo evacuar tal tipo de noticiario con buenas actuaciones en campo, sin olvidar su cariño por el balón y sus goles sensacionales. Y participó decisivamente, de 1980 a 1983, al pentacampeonato del Atlético Mineiro. Claro, en esa fase áurea tuvo que compartir la gloria del "Galo" de Minas con estrellas tan fulgurantes como él: Reinaldo, Luizinho, Cerezzo, João Leite y Nelinho. Es en este periodo atleticano que tuvo el mayor número de convocaciones en la selección brasileña -desde abril del 80, la dirigía su fan y descubridor, Telê Santana. No obstante, en la selección, estaba Zé Sérgio, el hábil extremo izquierdo del São Paulo, lo que hizo que Canhão Mineiro tuvo que esperar su chance. Hasta que llegó con las eliminatorias, por la expulsión de Zé Sérgio contra el Venezuela. Entonces el seleccionador Telê no dudó un instante en alinear a Éder y no saldría más del seleccionado. Siempre en ese año del 81, en los preparatorios de la seleção, con él en la punta izquierda, Brasil venció -entre otras buenas selecciones- a Inglaterra en Wembley, a Francia en el Parque de los Príncipes y a los alemanes en Stuttgart. Con tales actuaciones, hasta el inicio del Mundial del 82, el equipo de Telê Santana había disputado 32 encuentros, con un saldo de 24 victorias y 6 empates, perdiendo sólo contra la Unión Soviética y Uruguay. Eso, obviamente, sumaba en el currículo de Éder, que además tuvo un debut fulgurante en el Mundial del 82 de España, con golazos contra los rusos y escoceses. Así que el extremo brilló en aquel equipo de ensueño derrotado que gozaba además de él, de artistas del tamaño de Leandro, Júnior, Falcão, Zico y Sócrates. Entretanto, con el fiasco delante de Italia en el estadio catalán de Sarrià, la tristeza de ese Mundial fue compensada por el ego vanidoso del ídolo mujeriego con las 16 mil cartas femeninas que recibió. En 1983, Éder fue elegido a la unanimidad por la revista Placar para ser honrado con el trofeo Bola de Prata.

Ahora, la paradoja: en cuanto el "Cañón Mineiro" alcanzó el mejor de sí al nivel técnico, también llegó a su fase más nebulosa en el aspecto disciplinar. Con frecuencia era expulsado del campo por patadas o insultos a árbitros. El colmo en ese apartado llegó en 1981, cuando acumuló 13 pleitos -todos perdidos- en los tribunales de Minas Gerais. Pero ese mal ejemplo no le cerró las puertas de la selección. Eso hasta abril del 86. Cuando era titular indiscutible para el Mundial de México, el extremo izquierda en un gesto gratuito, agredió un peruano en São Luís (Maranhão), donde la selección jugaba un amistoso. Enérgico, el técnico Telê -defensor intransigente del fair play- jamás volvió a convocarle. Y Éder Aleixo, a los 28 años, cerró una cuenta de 53 partidos y 9 goles para Brasil. Ese temperamento irascible, movido por un carácter impulsivo, lo apartaría cada vez más de los clubes europeos. Y también le perjudicó en su propio país.

A partir de 1986, Canhão Mineiro empezó a girar por el país, vistiendo varias camisetas. Tanto que, al volver del Internacional de Limeira al Atlético Mineiro, se fue al Palmeiras -donde no realizó nada significante. Al año siguiente, pasó discretamente por el Sport Club de Recife y el Santos. En 1988, intentó en el Botafogo carioca. Y volvió al Atlético de 1989 a 1990. Luego se fue al paulista União São João, de Araras, de 1991 a 1992. Y a la sorpresa general, Éder reapareció en Belo Horizonte para ser campeón de la Copa de Brasil de 1993 con el Cruzeiro. Después, se supone que dio pases y regates en el Cerro Porteño paraguayo y en el Fernebahce turco. Así como en el Atlético Paranaense. Y con certeza, el viejo Canhão estaba en 1995 con el Atlético de Minas Gerais, ganando el certamen estatal -siendo este su último título para el "Galo", el club de su corazón, donde, en total, jugó 368 partidos y marcó 122 goles. Por fin concluiría su trayectoria en 1996, reapareciendo en el União São João de Araras.

Apenas retirado Éder de la bola, sin nombrarle, la revista Placar publicó un artículo firmado por el ex-lateral atleticano Nelinho, quien hablaba de un ex-compañero suyo: "Jugó hasta los 28 años. Jugó. Y engañando, se quedó hasta los 40". Sí, de hecho, se tratara de Éder, talvez la palabra engañar sea fuerte. E imprecisa. Además de ser una falta de respeto para un crack como el "Cañón Mineiro". Hasta incluso la contribución de Éder Aleixo de Assis al fútbol-arte suplanta aquella confesa falta de fair play que él, por razones puramente psíquicas, expresó infelizmente en su carrera.
Fuente: Antonio Falcao

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